Hospital St Vincent
CJ oberva los terminales de las cámaras de vigilancia de AECorp mientras unos apresurados O’Sullivan y Parson abandonan las dependencias de los novatos. Se orientan perfectamente entre las galerias de pasillos hasta los ascensores al parking y no dudan en usar las credenciales que dejé en su cajón. Espero que lleven también los móviles y las armas reglamentarias. Bien, seguramente han obtenido los planos del edificio de la intranet corporativa…Jim Jim…
– Bueno, estos chicos empizan a moverse ya. Se ve que necesitan trabajo de campo y obvian mi orden de realizar un informe previo del asunto. Quizás no son tan malos como pensaba y saben que la realidad está a pie de calle. Lo que no tengo tan claro es si sabrán afrontar la realidad cuando la vean ante ellos. Patricia, haz el favor de cuidarles las espaldas hasta nueva orden.
– Claro CJ, sabes que puedes confiar en mi. Me adelantaré al Hostipal St. Vincent y esperaré a que sigan la pista de los matones de Martinelli. – dice una rubia explosiva y sonriente de apenas 170 enfundanda en un traje ajustado de cuero negro, mientras recoge un casco de motorista de una silla.
– ¡Pat! No los menosprecies, saben que Tobby anda metido en esto así que no estaría de más que lo tengas controlado también. Es pronto aún para que sepan la implicación en esto de Tobias y por supuesto de sus trabajos en Praga por encargo de AECorp. Les enviaré un memorando a sus móviles instándolos a seguir la pista de Rufus, el matón de Martinelli que está en la 234 del Hospital St Vincent
Pat asiente en silencio y sale caminando por la puerta mientras contonea todo su cuerpo. Le encanta que la miren y no duda en girar la cabeza en el último momento para cruzar su mirada con la de CJ que ha quedado obnubilado por su figura. Una risilla aguda se escucha nada más desaparecer por el pasillo.
– Está bien, novatos. Coged un coche de AECorp y salid a la calle. Jugaremos a vuestra manera… – CJ teclea en un terminal un escueto mensaje que lanza a los teléfonos de los miembros del nuevo equipo mientras da la orden interna de dejar libre paso a Parson y O’Sullivan.
«Investigad al último accidentado, un matón de Martinelli que se dedica a cobrar protección en la zona del Florios. Se llama Rafael «Rufus» Bertoluci y se encuentra ingresado en el St Vincents Hospital habitación 234 en 221 Canal Street, New York. Varias costillas rotas para un gigante como Rufus es suficiente como para investigar. Por supuesto no ha presentado cargos… CJ.»
Compruebo mi móvil tras oir el pitido indicando la presencia de un nuevo mensaje. Observo que mi compañero Parson hace lo mismo, al parecer el jefe nos envía un nuevo recadito. Así que quiere que nos demos prisa y vayamos al hospital St Vincent, a ver a ese tal Rufus. Eso quiere decir que empieza la acción, espero que Parson esté a la altura, pues estos tipos se protegen el culo mutuamente y es posible que haya alguno de esos “spaguetti” que nos ponga las cosas difíciles. Si hay bronca no me cogerán desprevenido, ahora que hace meses que no pruebo ni gota estoy casi en mi plena forma física.
Nos dirigimos hacia el automóvil que AE Corp ha dispuesto para nosotros en el garaje, se trata de un Ford Mustang de color azul, recién pintado. Al menos parece mejor que mi vieja chatarra de Hollow City. Parson me cede el puesto de conductor, no se si por educación o porque no quiere conducir, tal vez le gustan más las motos. Me pongo al volante, me coloco el cinturón y arranco el motor… ¡Mierda, no funciona! Vuelvo a intentarlo una y otra vez, mientras Parson suspira con desesperación. Al cuarto intento el motor ruge de forma alarmantemente ensordecedora, mientras por el retrovisor contemplo asombrado como se levanta una nubecilla de humo blanco. Estupendo, lo que faltaba, este coche tiene más kilómetros que el coche fantástico en su última temporada. Tal vez esto sea una treta de CJ para ver de que pasta estamos hechos. Si es así, será necesario algo más para desalentar a O’Sullivan. Piso a fondo el acelerador y el Ford sale disparado, entrando en la jungla de asfalto de las calles de New York. Próxima parada: Hospital St Vincent, en el 221 de canal Street.
Mientras Parson descubre mi forma de conducir y me mira con desaprobación, sonrío y le digo que no se queje, que se ponga el cinturón y disfrute del paisaje. Murmura algo acerca de los taxistas de New York y las estadísticas de accidentes en la ciudad, pero no le hago mucho caso. Estoy visualizando cual será nuestro siguiente paso una vez que estemos en la puerta del hospital. Tendremos que interrogar a fondo al amigo Rufus, y presiento una negativa a la hora de colaborar.
Giro hacia la derecha por la intersección que lleva hacia Rowt Street, ya muy cerca del Hospital, cuando de repente por el mismo lado nos adelanta un motorista de negro a toda velocidad, haciéndome frenar en seco. No se si era un hombre o una mujer, pero le grito de que mal se tiene que morir y me acuerdo de toda su familia aún sin conocerla. Aunque Parson intenta tranquilizarme, juro que si vuelvo a verlo le retuerzo el pescuezo, estos motoristas locos siempre van causando accidentes por ahí. A continuación llegamos hasta el parking del hospital, tenemos suerte y encontramos sitio tras sólo unos minutos de dar vueltas.
– Bien, Jim, nos toca a nosotros ahora. ¿Sabes ya algo acerca de Van Wyk? Si no aparece pronto, tendremos que hacer el informe sólos tu y yo, porque CJ no esperará mucho más tiempo. Por cierto, ¿Qué tal se te da la burocracia? Yo llevo fatal lo de hacer informes…
Mientras nos dirigimos a la salida del garaje, contemplo una moto de color negro, una Suzuki gsx, y no dejo de advertir un gran parecido con la que conducía el motorista que nos adelantó. Una extraña idea intenta formarse en mi mente, pero rápidamente la rechazo. Ahora que tengo una vida nueva he de intentar evitar a toda costa mis paranoias, seguro que todo se debe a la pura y simple casualidad…
– Recuérdame que la próxima vez cojamos el metro. Ahora comprendo porque hay tantos accidentes de tráfico… y nuestro 007 particular aun no ha dado señales de vida – Farfullo a O’Sullivan mientras intento mantener la comida Thai dentro de mi estomago.
Mi teléfono vibra, lo consulto y empiezo a sonreír. Es un mensaje cifrado de Wyki parece que es algo más que un simple fanático de las películas de James Bond.
– Espera un momento O’Sullivan, el agente al servicio de su majestad me acaba de enviar un correo electrónico. Parece que esta consultando las bases de datos tratando de rastrear a Tobias Sigler y el jodido carbón esta muerto… ¡Desde el 97!. Y eso no es lo mas curioso, hace unos meses fue multado en la República Checa por exceso de velocidad. Esto se pone interesante… Será cuestión de hacer nuestra parte del trabajo vamos a ver como esta Rufus
Nos dirigimos al segundo piso, habitación 234. Una monada de enfermera acaba de salir de su habitación y nos cruzamos con ella. Parece salida de un sueño húmedo, me mira picaronamente y desaparece en pasillo abajo… menuda rubia.
– Creo que tendré que frecuentar más los bares cerca de la escuela de enfermería.- le comento a Paul mientras entramos en la habitación.
Hay un patán contusionado durmiendo a pierna suelta. Ese debe de ser Rufus y por el olor que desprende parece que, además de unas costillas nuevas, no le vendría nada mal una buena ducha. Sus ropas están en una silla, y mientras Paul lo empieza a despertar “cariñosamente” me acerco a ella. Hay un extraño papel en el bolsillo de la chaqueta. ???? …parece hebreo, no tengo ni idea de que puede ser, pero me lo meto en el bolsillo. Empiezo a observar la habitación detalladamente, hay un par de tazas de café a medio beber… ¡Mierda!
– Paul date prisa, parece que sus amigos están cerca. Probablemente se fueron mientras la enfermera lo atendía…
Compruebo mi móvil tras oir el pitido indicando la presencia de un nuevo mensaje. Observo que mi compañero Parson hace lo mismo, al parecer el jefe nos envía un nuevo recadito. Así que quiere que nos demos prisa y vayamos al hospital St Vincent, a ver a ese tal Rufus. Eso quiere decir que empieza la acción, espero que Parson esté a la altura, pues estos tipos se protegen el culo mutuamente y es posible que haya alguno de esos “spaguetti” que nos ponga las cosas difíciles. Si hay bronca no me cogerán desprevenido, ahora que hace meses que no pruebo ni gota estoy casi en mi plena forma física.
Nos dirigimos hacia el automóvil que AE Corp ha dispuesto para nosotros en el garaje, se trata de un Ford Mustang de color azul, recién pintado. Al menos parece mejor que mi vieja chatarra de Hollow City. Parson me cede el puesto de conductor, no se si por educación o porque no quiere conducir, tal vez le gustan más las motos. Me pongo al volante, me coloco el cinturón y arranco el motor… ¡Mierda, no funciona! Vuelvo a intentarlo una y otra vez, mientras Parson suspira con desesperación. Al cuarto intento el motor ruge de forma alarmantemente ensordecedora, mientras por el retrovisor contemplo asombrado como se levanta una nubecilla de humo blanco. Estupendo, lo que faltaba, este coche tiene más kilómetros que el coche fantástico en su última temporada. Tal vez esto sea una treta de CJ para ver de que pasta estamos hechos. Si es así, será necesario algo más para desalentar a O’Sullivan. Piso a fondo el acelerador y el Ford sale disparado, entrando en la jungla de asfalto de las calles de New York. Próxima parada: Hospital St Vincent, en el 221 de canal Street.
Mientras Parson descubre mi forma de conducir y me mira con desaprobación, sonrío y le digo que no se queje, que se ponga el cinturón y disfrute del paisaje. Murmura algo acerca de los taxistas de New York y las estadísticas de accidentes en la ciudad, pero no le hago mucho caso. Estoy visualizando cual será nuestro siguiente paso una vez que estemos en la puerta del hospital. Tendremos que interrogar a fondo al amigo Rufus, y presiento una negativa a la hora de colaborar.
Giro hacia la derecha por la intersección que lleva hacia Rowt Street, ya muy cerca del Hospital, cuando de repente por el mismo lado nos adelanta un motorista de negro a toda velocidad, haciéndome frenar en seco. No se si era un hombre o una mujer, pero le grito de que mal se tiene que morir y me acuerdo de toda su familia aún sin conocerla. Aunque Parson intenta tranquilizarme, juro que si vuelvo a verlo le retuerzo el pescuezo, estos motoristas locos siempre van causando accidentes por ahí. A continuación llegamos hasta el parking del hospital, tenemos suerte y encontramos sitio tras sólo unos minutos de dar vueltas.
– Bien, Jim, nos toca a nosotros ahora. ¿Sabes ya algo acerca de Van Wyk? Si no aparece pronto, tendremos que hacer el informe sólos tu y yo, porque CJ no esperará mucho más tiempo. Por cierto, ¿Qué tal se te da la burocracia? Yo llevo fatal lo de hacer informes…
Mientras nos dirigimos a la salida del garaje, contemplo una moto de color negro, una Suzuki gsx, y no dejo de advertir un gran parecido con la que conducía el motorista que nos adelantó. Una extraña idea intenta formarse en mi mente, pero rápidamente la rechazo. Ahora que tengo una vida nueva he de intentar evitar a toda costa mis paranoias, seguro que todo se debe a la pura y simple casualidad…
“Recuérdame que la próxima vez cojamos el metro. Ahora comprendo porque hay tantos accidentes de tráfico… y nuestro 007particular aun no ha dado señales de vida”
Farfullo a O’Sullivan mientras intento mantener la comida Thai dentro de mi estomago. Mi teléfono vibra, lo consulto y empiezo a sonreír. Es un mensaje cifrado de Wyki parece que es algo más que un simple fanático de las películas de James Bond.
“Espera un momento O’Sullivan, el agente al servicio de su majestad me acaba de enviar un correo electrónico. Parece que esta consultando las bases de datos tratando de rastrear a Tobias Sigler y el jodido carbón esta muerto… ¡Desde el 97!. Y eso no es lo mas curioso, hace unos meses fue multado en la Republica Checa por exceso de velocidad. Esto se pone interesante… Será cuestión de hacer nuestra parte del trabajo vamos a ver como esta Rufus”
Nos dirigimos al segundo piso, habitación 234. Una monada de enfermera acaba de salir de su habitación y nos cruzamos con ella. Parece salida de un sueño húmedo, me mira picaronamente y desaparece en pasillo abajo… menuda rubia.
“Creo que tendré que frecuentar más los bares cerca de la escuela de enfermería.” le comento a Paul mientras entramos en la habitación.
Hay un patán contusionado durmiendo a pierna suelta. Ese debe de ser Rufus y por el olor que desprende parece que, además de unas costillas nuevas, no le vendría nada mal una buena ducha. Sus ropas están en una silla, y mientras Paul lo empieza a despertar “cariñosamente” me acerco a ella. Hay un extraño papel en el bolsillo de la chaqueta. ???? …parece hebreo, no tengo ni idea de que puede ser, pero me lo meto en el bolsillo. Empiezo a observar la habitación detalladamente, hay un par de tazas de café a medio beber… ¡Mierda!
“Paul date prisa, parece que sus amigos están cerca. Probablemente se fueron mientras la enfermera lo atendía…”