Cena en el Skyway
El restaurante que ha elegido Jim es un cuchitril que gana cierto encanto en su interior. Se encuentra cerca de la zona a investigar, justo en Allen Street de modo que el resto del NY7 no tardará en llegar. Nos sentamos en una mesa circular con una de esas guías móviles circulares para la distribución de los platos y Parson pide la carta a una joven asiática en un formal idioma incomprensible para un irlandés como yo. Parece que se desenvuelve bien en este entorno y la mirada de pena que lanza a la joven camarera al retirarse esta parece indicar que algún oscuro recuerdo del pasado ha logrado salir del caparazón de sarcasmo del joven científico.
– Bueno, como están al llegar me he permitido el lujo de pedir por todos. Me han comentado que la sopa Curry Mee es magnífica y evidentemente he pedido una buena ración de Roti Canai con diversos aderezos. Para chuparse los dedos.
El asunto se complica por momentos, la vendetta entre italianos y judíos parece esconder elementos adicionales que no facilitan la resolución del asunto. Parece claro el problema de la extorsión y las palizas por supuestos bienes inmobiliarios, a este respecto la confirmación obtenida por Malone que ha llegado a nuestras PDAs es fundamental. Sin embargo, no veo el interés que pueda tener Martinelli en una vieja propiedad de Manhattan, ni tampoco queda clara la implicación de los Hijos de Moisés y por supuesto, el gran enigma es Tobias Sigler. Pienso que es la clave del asunto y que se nos escapa alguna cosa a más alto nivel.
– Despierta campeón, han traído el primer plato y parece que los machos machotes han logrado encontrar el camino justo a tiempo – dice Parson mientras picotea un pequeño rollito de carne mojado en salsa.
Mientras, por la puerta entra un Miles enfundado en su cazadora, con una pequeña pausa se quita las gafas de sol y aprovecha para observar el entorno en busca de puntos hostiles. No hay mucho que ver porque el restaurante está tranquilo y salvo un Jim que agita los brazos indicando nuestra posición apenas hay un par de parejas asiáticas en la amplia sala. A continuación entran Malone y Patrick, los dos están centrados en sus propios asuntos, Malone juega con un mazo de cartas mientras observa el arcano superior con cara de preocupación mientras van Wyk no suelta su pequeño terminal. Enlazar dispositivos por satélite no es tarea fácil pero aprovechando la potencia de sus servidores privados en Aruba acaba de sincronizar la línea de teléfono y la cámara de seguridad al sistema NY7. Sonrie y se sienta cerca de Parson inquiriendo con la mirada orgullosa cierto reconocimiento por sus aptitudes técnicas. Miles se sienta junto a O’Sullivan y un breve movimiento de cabeza les permite a ambos reconocer al otro como veterano curtido. Malone es el último en sentarse y con cara de preocupación deja una carta boca arriba sobre la mesa y tomando la palabra indica: «Malos son los tiempos y el misterio conduce a las fauces del mal«.
– No seas agorero, dejemos el asunto para después de la cena. – espeta Parson – Llevo todo el día corriendo por Manhattan y creo que AECorp ya me debe una buena y tranquila comida oriental. Disfrutad de la sopa y hablamos en el postre.
El grupo parece estar de acuerdo y se toma un tiempo para saborear las delicias que comienzan a agolpar la mesa. Plato tras plato, la camarera va dejando viandas cada vez más extrañas, exquisitas según Jim que va explicando los diversos condimentos más apropiados para cada una de ellas. Finalmente, el ambiente se relaja y tras las pertinentes presentaciones y puesta en común de información comenzamos a debatir. Hemos tenido tiempo suficiente para formar hipótesis de trabajo y la cuestión es decidir nuestros siguientes movimientos, además de redactar un pequeño memorándum para nuestro superior CJ que ya estará por las paredes sin el demandado informe del caso.
En eso, un móvil suena. Parece un mensaje y Parson se echa la mano al bolsillo y sonriendo nos enseña el Symbian de Rufus al que acaba de llegar un mensaje escueto que abre una nueva puerta en nuestro horizonte:
«Reunión de repartidores en Florio’s 2300. Hay nuevos jugadores en la partida.»
– Bueno, bueno, parece que ya tenemos una cita de infiltración para esta noche. Pero primero acabemos con la burocracia– digo mientras saco mi terminal.- Con este software de reconocimiento de voz, y el lenguaje de hipervínculo de información que desarrolle en el “insti”, acabaremos en un momento. Algún día lo publicare, aunque sólo sea para joder un poco a Jimmy Wales… Bueno al tema, ya estoy generando el informe. Desde mi punto de vista esta claro que los Italianos tienen un problema gordo con los Judíos. Inicialmente parecería una tarea sencilla para la mafia, pero los Judíos fueron una pieza dura de roer. Empezaron a devolver los golpes. Aun no hemos identificado como, pero no parece un ajuste de cuentas normal. Para eso faltan signos de armas, drogas y demás lindezas. Tal vez los Hijos de Moisés han formado una especie de Vigilantes, pero esta claro que no son unos aficionados. El hecho de que Rufus disfrute de la atención hospitalaria lo demuestra. Yo creo que aun nos falta identificar al líder de los vigilantes, tal vez sea ese Tobby Sigler que parece que esta metido en todo… ¿Qué opináis vosotros?¿Alguna idea de los motivos o medios que están usando los sionistas?
– Percibo algo oculto en esta confrontación.. Desconozco los motivos que han iniciado todas estas hostilidades, pero siento que un gran poder ha animado lo inanimado. El barro ha cobrado forma y ahora sirve a los conocedores del verdadero nombre de Dios.
–Muchos ingredientes veo en esta “comida”. Así que vamos a intentar unir las piezas para ver los cabos sueltos. –tomo aliento y comienzo a enumerar- Tenemos algún tipo de conflicto entre la mafia italiana de Martinelli y gente de la comunidad judía. Martinelli quiere algo que, según el rabino Jacok Barash es el solar de la sinagoga, pero no me lo trago. ¿Has podido sacar alguna información del móvil de Rufus que nos indique cuáles son los verdaderos intereses de Martinelli? –le pregunto a Parson- Eso nos ayudaría a saber cual es el verdadero motivo del conflicto. Por otro lado, el bando italiano está claro, pero entre los judíos apenas podemos decir que está Jebediah Moustake, afectado directamente por los “métodos italianos” y tal vez, Tobias Sigler, que hemos confirmado que fue el interlocutor de nuestros compañeros en el local de los Hijos de Moisés. Del rabino poco podemos decir. Ahora que lo pienso, ¿qué hacía Tobias en Florio’s hace unos días? –o los tiene cuadrados o juega a un juego muy peligroso- Y para poner la guinda tenemos un misterioso avenger judío que frena a los italianos –me paro un momento a recordar lo que me dijo Malone antes de seguir.
De camino al Skyway vuelvo a recordar el artículo sobre Judah Loew ben Bezalel, el hecho que Jebediah Moustake sea escultor y los comentarios de Rufus sobre su agresor. Y suelto como si nada:
–Si esto fuera un cómic, yo diría que el “guardián” judío es un gólem –digo sin mucha confianza.
Cual es mi sorpresa ante la respuesta de Malone.
–Cosas más raras he visto.
Y lo decía en serio.
Vuelvo al presente y decido compartir mi extravagante teoría con los demás. El único que se ríe es Parson, pero para ante el silencio de O’Sullivan y la afirmación implícita de Malone.
–Venga ya –suelta, incrédulo.
Intento reconducir la conversación para poder concretar algo.
-En todo caso, creo que lo que tenemos que confirmar es el “móvil” de este asunto. Así sabremos contra quién o qué van los italianos, y a quién hay que sacarle la información en el bando judío. En resumen: ¿Qué quieren los italianos realmente? ¿Qué implicación tiene el misterioso Tobias Sigler? Y, ¿quién… o qué está apaleando a los chicos de Martinelli?
Mientras miro la ternera con salsa curry que me acaba de servir una linda camarera china con gran cortesía, observo a mis compañeros con los que comparto mesa en el restaurante Skyway de Allen Street. Por una lado, está el joven Jim Parson, un brillante científico con el que hasta ahora he compartido los entresijos de esta extraña aventura, que apenas acaba de empezar. Inteligente y observador, aunque algo confiado y desinhibido, Parson departe abiertamente con Patrick Van Wyk, un extravagante agente que proviene de alguna sección de inteligencia de un sector del gobierno confidencial. Ambos se entienden a la perfección, mentes avanzadas muy útiles en este mundo moderno de alta tecnología. Por otra parte, a mi lado está Alexander Miles, un tipo de mirada dura, un veterano combatiente con el que no hay que meterse si uno no quiere pasarse seis meses en la sección de cuidados intensivos de un hospital. Y por último está Blind Smoke Malone, el tío misterioso de las cartas, el cual me pone los nervios de punta pues no para ni un momento de manosear esa dichosa baraja que siempre lleva consigo. Y luego estoy yo, Paul O’Sullivan, un ex policía, ex alcohólico y ex de todo, que no paro de cagarla ni un segundo. Menudo equipo formamos, no sé por qué tuve que venir a New York a trabajar en AE Corp, tal vez no estuviese tan mal en Hollow City…
Escucho las teorías de mis compañeros, moviendo la cabeza en señal de asentimiento, fingiendo que capto el fondo de sus palabras a la perfección, aunque en realidad no tengo ni idea de lo que pasa. Mi mente aún no está al cien por cien, me cuesta pensar con claridad, tengo que forzarme a mi mismo si quiero seguir los pasos de mis camaradas o de lo contrario seré un lastre para ellos. De repente Parson me da un ligero golpe con el codo para sacarme de mis pensamientos, haciéndome volver a la realidad.
– ¿Y tú que opinas, O’Sullivan? –me pregunta el joven científico, mientras el resto me mira expectante.
– Esto…creo que todos tenéis razón –respondo mientras intento ganar tiempo para generar alguna idea que no me ponga en ridículo-. Está claro que todo empezó cuando Martinelli trató de comprar los terrenos de la sinagoga del rabino Jacok Barash, sin conseguirlo. Por ello, siguiendo los tradicionales métodos de la mafia italiana, el capo envió a sus muchachos a darle una paliza a Jebediah Moustake, uno de los feligreses judíos, para darle un toque de advertencia a la comunidad. Pero lo que Martinelli seguro no esperaba era que los judíos se vengarían en lugar de hincarse de rodillas y suplicar, mandando a alguien a darle una brutal paliza a Rufus, uno de los sicarios italianos. Así que de momento hay empate técnico.
Después de haber dicho estas palabras, que bien podría poner por escrito luego para hacerlo constar en mi informe para C.J., pienso en lo que acaba de soltar Wan Wyk. El Gólem. Normalmente me partiría de risa, pero he visto cosas que muy pocos han visto, cosas espeluznantes que podrían hacer caer en el pozo de la locura hasta la mente más cuerda que exista. Y por eso no me río. Está muy claro que el que le dio la paliza al grandullón de Rufus no es alguien cualquiera, así que cualquier teoría que pueda dar un poco de luz a este asunto, por muy absurda que pueda parecer, habrá que tenerla en cuenta. ¿Qué puede saber un policía de las calles de una criatura sobrenatural como el Gólem? Pues lo mismo que sabe un deportista de élite sobre una obra de un premio novel de literatura: ni un carajo. Así que me digo a mi mismo que lo primero que voy ha hacer cuando salga del restaurante es llamar por teléfono a ese anticuario chalado de Hollow City que me dio su tarjeta, ese tal John Reeves. Tal vez saque alguna información útil de entre los desvaríos que suele despotricar, creo que aún guardo su tarjeta en mi cartera. Si alguien sabe contar historias sobre monstruos y criaturas extrañas, sin lugar a dudas es él.
Pero todo eso va a quedar para luego, porque ahora mismo acaban de entrar cuatro tipos trajeados que no pintan bien. Normalmente no les haría ni caso, pero en sus rostros hay algo que no encaja. Y veo que Miles también se ha dado cuenta, su cuerpo se tensa y su mirada se endurece aún más, preparándose para la acción. No se lo que va a pasar a continuación, pero de algo si estoy seguro: si vienen a por mí, se van a encontrar un hueso muy duro de roer para sus dentaduras acostumbradas a la pasta con salsa boloñesa. Tal vez demasiado duro…
Mientras terminamos la gran variedad de platos que llenan la mesa, se abre la puerta del restaurante y puedo ver como entran unos cuatro hombres bien vestidos. Podrían pasar por ejecutivos si no fuera por sus caras, que reflejan las marcas de antiguas peleas, además de que hace demasiado calor para que dos de ellos lleven abrigo. Suelto los cubiertos y me pongo en posición por si tengo que desenfundar, mientras echo un vistazo a O´Sullivan y le hago un leve movimiento con los ojos cuando él me mira, puesto que también se ha dado cuenta de los tipos duros que acaban de entrar. No parecen simples matones, sobre todo cuando al darse cuenta que los hemos descubierto, se abren en abanico. Los de abrigo en los dos extremos puesto que llevaran la artillería pesada y así nos harán ampliar mucho el ángulo de tiro, mientras los del centro dispararan rápido para intimidarnos y dejar que sus compañeros tengan unos segundos para apuntar.
–Detrás de la mesa – grito, mientras me levanto y con ayuda de Paul, que demuestra ser más rápido de lo que aparenta, volcamos la enorme mesa circular para protegernos.
–Yo los de la izquierda – grita Paul.
Los tipos de las gabardinas sacan escopetas, mientras los del centro sacan pistolas automáticas y empieza el baile, mientras los italianos gritan: “tomad plomo amigos de los judíos”. Se me hiela la sangre cuando veo que Patrick y Jim ponen en peligro sus vidas para recoger, entre las sillas, la PDA y el móvil de Rufus que han caído al suelo. Y respiro aliviado cuando observo que Malone mete la mano entre su ropa para sacar algo, pero me quedo de piedra cuando veo que lo que saca es su mazo de cartas y empieza a barajar. Me asomo en busca del tipo de la escopeta y le disparo alcanzándole dos tiros, uno en el pulmón y otro en el corazón, está muerto antes de caer al suelo. O´Sullivan, que recarga su arma, ya ha derribado al otro de la escopeta. Esto pinta bien, los otros dos italianos se atrincheran detrás de un pilar y una mesa mientras maldicen en su idioma, parecen acobardados. Vacío mi cargador y me agacho, mientras O´Sullivan toma el relevo y se pone a disparar, por el grito de dolor que se escucha, parece que ha herido a otro. Me doy cuenta que Malone está petrificado observando una carta que ha sacado del mazo y no parece que se dé cuenta de lo que ocurre a su alrededor. Me asomo a disparar y acosar junto a Paul al último “espagueti”. Justo en ese preciso instante, ahora que la salida estaba más despejada, se cruza la pareja de clientes que todavía no se habían largado del restaurante. Ese instante que Paul y yo dejamos de disparar, es aprovechado por nuestro enemigo para disparar, atravesándome el pulmón izquierdo y haciéndome caer de rodillas.
–Continua Paul, ya casi lo tenemos – grito para hacerle creer que estoy bien.
Pero mis gritos se ven apagados por el estruendo del escaparate al reventar en miles de fragmentos, detrás de él hay un tío que parece un armario y dispara un fusil desde la calle.
-O´Sullivan, sácalos de aquí, esta mesa ya no aguantará mucho –le digo señalando al equipo. –Debe haber una salida por la cocina, cuando hemos venido he visto un cocinero fumando en la calle y no ha entrado por la puerta principal. Yo os cubriré-. Paul observa mi herida y yo le guiño el ojo, el asiente con la cabeza y durante una décima de segundo me parece vislumbrar un atisbo de tristeza.
En ese mismo instante una bala atraviesa la mesa y golpea a Malone, haciendo que se gire también O´Sullivan.
–Vámonos por la cocina, seguidme.– Grita Paul, mientras sale de la cobertura y empieza a disparar para proteger la huida.
Jim y Patrick se apresuran a levantar a inconsciente Malone y seguirle a toda prisa. No puedo ver su cara, pero me doy cuenta de que en la mano izquierda lleva todavía su mazo de cartas y mientras con la derecha se aferra a Patrick. Me levanto y vuelvo a disparar para cubrir la retirada de mis compañeros, que ya han doblado la esquina que lleva a la cocina y a los servicios. Cuando de detrás del pilar sale el tipo que había herido Paul y me dispara por sorpresa, alcanzándome en el pecho y yo en su cabeza. Mierda pensaba que ese tío estaba muerto, un error fatal. Mientras caigo al suelo, veo como al grandullón se le ha encasquillado el arma y la tira para sacarse una pistola de debajo de la chaqueta. La enorme mesa se interpone en la línea de visión entre la mole y yo, así que me haré el muerto, pues me he quedado sin balas. Dejo la pistola a un lado y saco mi cuchillo de las Fuerzas Especiales del ejército. Los muchachos me lo regalaron cuando dejé el ejército y le grabaron una dedicatoria en su hoja de titanio: “Para el cabrón más duro de la compañía”. Se escuchan reventar los cristales bajo el peso del grandullón, está cerca, dejo los ojos y la boca abiertos en una pose mortal. El gigante aparece por un lateral de la mesa, es enorme, pero torres más grandes han caído. Aleja con el pie mi pistola y tras mirarme durante dos segundos, se dirige a perseguir al resto del grupo dándome la espalda, error fatal amigo. La tensión dispara mi locura y con un terrible grito, describo un arco con el cuchillo, cortando el tendón de Aquiles. El italiano cae junto a mí con un grito mezcla de dolor, sorpresa y rabia. Maldice en su lengua mientras yo me abalanzo sobre él, en el frío suelo. Forcejeamos, hasta que consigo clavarle el cuchillo en un lateral del cuello, mientras con la otra mano, trato inútilmente de alejar la mano que empuña la pistola. El maldito, lejos de morirse, todavía me pega un tiro, es una bestia que no quiere morir. Pero él no sabe que yo soy un cabrón más duro todavía, ahora se me va la pinza del todo, lo veo todo rojo. En un último esfuerzo, uso las dos manos para clavarle el cuchillo en el corazón, no sin antes llevarme otro tiro en el abdomen.
Me aparto de la mole inerte y dejo caer mi espalda en el suelo lleno de sangre, a un lado de mí algo llama mi atención. Alargo la mano y lo acerco a mi cara, pues empieza a ponerse borrosa mi vista. Es una carta grande, con un esqueleto que sujeta una guadaña y su significado en el Tarot es la muerte.
-No era para ti Malone, no era para ti -Musito en voz baja, mientras con una leve sonrisa exhalo mi último aliento.
“Bueno, bueno, parece que ya tenemos una cita de infiltración para esta noche. Pero primero acabemos con la burocracia”- digo mientras saco mi terminal.
“ Con este software de reconocimiento de voz, y el lenguaje de hipervínculo de información que desarrolle en el “insti”, acabaremos en un momento. Algún día lo publicare, aunque sólo sea para joder un poco a Jimmy Wales… Bueno al tema, ya estoy generando el informe”
“ Desde mi punto de vista esta claro que los Italianos tienen un problema gordo con los Judíos. Inicialmente parecería una tarea sencilla para la mafia, pero los Judíos fueron una pieza dura de roer. Empezaron a devolver los golpes. Aun no hemos identificado como, pero no parece un ajuste de cuentas normal. Para eso faltan signos de armas, drogas y demás lindezas. Tal vez los hijos de Moisés han formado una especie de Vigilantes, pero esta claro que no son unos aficionados. El hecho de que Rufus disfrute de la atención hospitalaria lo demuestra. Yo creo que aun nos falta identificar al líder de los vigilantes, tal vez sea ese Tobby Sigler que parece que esta metido en todo… “
¿Qué opináis vosotros?¿Alguna idea de los motivos o medios que están usando los sionistas?
– “ Percibo algo oculto en esta confrontación.. Desconozco los motivos que han iniciado todas estas hostilidades, pero siento que un gran poder ha animado lo inanimado. El barro ha cobrado forma y ahora sirve a los conocedores del verdadero nombre de Dios. “
-Muchos ingredientes veo en esta “comida”. Así que vamos a intentar unir las piezas para ver los cabos sueltos –tomo aliento y comienzo a enumerar-. Tenemos algún tipo de conflicto entre la mafia italiana de Martinelli y gente de la comunidad judía. Martinelli quiere algo que, según el rabino Jacok Barash es el solar de la sinagoga, pero no me lo trago.
-¿Has podido sacar alguna información del móvil de Rufus que nos indique cuáles son los verdaderos intereses de Martinelli? –le pregunto a Parson-. Eso nos ayudaría a saber cual es el verdadero motivo del conflicto.
-Por otro lado, el bando italiano está claro, pero entre los judíos apenas podemos decir que está Jebediah Moustake, afectado directamente por los “métodos italianos” y tal vez, Tobias Sigler, que hemos confirmado que fue el interlocutor de nuestros compañeros en el local de los Hijos de Moisés. Del rabino poco podemos decir.
-Ahora que lo pienso, ¿qué hacía Tobias en Florio’s hace unos días? –o los tiene cuadrados o juega a un juego muy peligroso.
-Y para poner la guinda tenemos un misterioso avenger judío que frena a los italianos –me paro un momento a recordar lo que me dijo Malone antes de seguir.
De camino al Skyway vuelvo a recordar el artículo sobre Judah Loew ben Bezalel, el hecho que Jebediah Moustake sea escultor y los comentarios de Rufus sobre su agresor. Y suelto como si nada:
-Si esto fuera un cómic, yo diría que el “guardián” judío es un gólem –digo sin mucha confianza.
Cual es mi sorpresa ante la respuesta de Malone.
-Cosas más raras he visto.
Y lo decía en serio.
Vuelvo al presente y decido compartir mi extravagante teoría con los demás. El único que se ríe es Parson, pero para ante el silencio de O’Sullivan y la afirmación implícita de Malone.
-Venga ya –suelta, incrédulo.
Intento reconducir la conversación para poder concretar algo.
-En todo caso, creo que lo que tenemos que confirmar es el “móvil” de este asunto. Así sabremos contra quién o qué van los italianos, y a quién hay que sacarle la información en el bando judío. En resumen:
-¿Qué quieren los italianos realmente?
-¿Qué implicación tiene el misterioso Tobias Sigler?
-Y, ¿quién… o qué está apaleando a los chicos de Martinelli?
Mientras terminamos la gran variedad de platos que llenan la mesa, se abre la puerta del restaurante y puedo ver como entran unos cuatro hombres bien vestidos. Podrían pasar por ejecutivos si no fuera por sus caras, que reflejan las marcas de antiguas peleas, además de que hace demasiado calor para que dos de ellos lleven abrigo. Suelto los cubiertos y me pongo en posición por si tengo que desenfundar, mientras echo un vistazo a O´Sullivan y le hago un leve movimiento con los ojos cuando él me mira, puesto que también se ha dado cuenta de los tipos duros que acaban de entrar. No parecen simples matones, sobre todo cuando al darse cuenta que los hemos descubierto, se abren en abanico. Los de abrigo en los dos extremos puesto que llevaran la artillería pesada y así nos harán ampliar mucho el ángulo de tiro, mientras los del centro dispararan rápido para intimidarnos y dejar que sus compañeros tengan unos segundos para apuntar.
-Detrás de la mesa – grito, mientras me levanto y con ayuda de Paul, que demuestra ser más rápido de lo que aparenta, volcamos la enorme mesa circular para protegernos.
-Yo los de la izquierda – grita Paul-.
Los tipos de las gabardinas sacan escopetas, mientras los del centro sacan pistolas automáticas y empieza el baile, mientras los italianos gritan: “tomad plomo amigos de los judíos”. Se me hiela la sangre cuando veo que Patrick y Jim ponen en peligro sus vidas para recoger, entre las sillas, la PDA y el móvil de Rufus que han caído al suelo. Y respiro aliviado cuando observo que Malone mete la mano entre su ropa para sacar algo, pero me quedo de piedra cuando veo que lo que saca es su mazo de cartas y empieza a barajar. Me asomo en busca del tipo de la escopeta y le disparo alcanzándole dos tiros, uno en el pulmón y otro en el corazón, está muerto antes de caer al suelo. O´Sullivan, que recarga su arma, ya ha derribado al otro de la escopeta. Esto pinta bien, los otros dos italianos se atrincheran detrás de un pilar y una mesa mientras maldicen en su idioma, parecen acobardados. Vacío mi cargador y me agacho, mientras O´Sullivan toma el relevo y se pone a disparar, por el grito de dolor que se escucha, parece que ha herido a otro. Me doy cuenta que Malone está petrificado observando una carta que ha sacado del mazo y no parece que se dé cuenta de lo que ocurre a su alrededor. Me asomo a disparar y acosar junto a Paul al último “espagueti”. Justo en ese preciso instante, ahora que la salida estaba más despejada, se cruza la pareja de clientes que todavía no se habían largado del restaurante. Ese instante que Paul y yo dejamos de disparar, es aprovechado por nuestro enemigo para disparar, atravesándome el pulmón izquierdo y haciéndome caer de rodillas.
-Continua Paul, ya casi lo tenemos – grito para hacerle creer que estoy bien.
Pero mis gritos se ven apagados por el estruendo del escaparate al reventar en miles de fragmentos, detrás de él hay un tío que parece un armario y dispara un fusil desde la calle.
-O´Sullivan, sácalos de aquí, esta mesa ya no aguantará mucho –le digo señalando al equipo. -Debe haber una salida por la cocina, cuando hemos venido he visto un cocinero fumando en la calle y no ha entrado por la puerta principal. Yo os cubriré-. Paul observa mi herida y yo le guiño el ojo, el asiente con la cabeza y durante una décima de segundo me parece vislumbrar un atisbo de tristeza.
En ese mismo instante una bala atraviesa la mesa y golpea a Malone, haciendo que se gire también O´Sullivan.
–Vámonos por la cocina, seguidme.- Grita Paul, mientras sale de la cobertura y empieza a disparar para proteger la huida.
Jim y Patrick se apresuran a levantar a inconsciente Malone y seguirle a toda prisa. No puedo ver su cara, pero me doy cuenta de que en la mano izquierda lleva todavía su mazo de cartas y mientras con la derecha se aferra a Patrick. Me levanto y vuelvo a disparar para cubrir la retirada de mis compañeros, que ya han doblado la esquina que lleva a la cocina y a los servicios. Cuando de detrás del pilar sale el tipo que había herido Paul y me dispara por sorpresa, alcanzándome en el pecho y yo en su cabeza. Mierda pensaba que ese tío estaba muerto, un error fatal. Mientras caigo al suelo, veo como al grandullón se le ha encasquillado el arma y la tira para sacarse una pistola de debajo de la chaqueta. La enorme mesa se interpone en la línea de visión entre la mole y yo, así que me haré el muerto, pues me he quedado sin balas. Dejo la pistola a un lado y saco mi cuchillo de las Fuerzas Especiales del ejército. Los muchachos me lo regalaron cuando dejé el ejército y le grabaron una dedicatoria en su hoja de titanio: “Para el cabrón más duro de la compañía”. Se escuchan reventar los cristales bajo el peso del grandullón, está cerca, dejo los ojos y la boca abiertos en una pose mortal. El gigante aparece por un lateral de la mesa, es enorme, pero torres más grandes han caído. Aleja con el pie mi pistola y tras mirarme durante dos segundos, se dirige a perseguir al resto del grupo dándome la espalda, error fatal amigo. La tensión dispara mi locura y con un terrible grito, describo un arco con el cuchillo, cortando el tendón de Aquiles. El italiano cae junto a mí con un grito mezcla de dolor, sorpresa y rabia. Maldice en su lengua mientras yo me abalanzo sobre él, en el frío suelo. Forcejeamos, hasta que consigo clavarle el cuchillo en un lateral del cuello, mientras con la otra mano, trato inútilmente de alejar la mano que empuña la pistola. El maldito, lejos de morirse, todavía me pega un tiro, es una bestia que no quiere morir. Pero él no sabe que yo soy un cabrón más duro todavía, ahora se me va la pinza del todo, lo veo todo rojo. En un último esfuerzo, uso las dos manos para clavarle el cuchillo en el corazón, no sin antes llevarme otro tiro en el abdomen.
Me aparto de la mole inerte y dejo caer mi espalda en el suelo lleno de sangre, a un lado de mí algo llama mi atención. Alargo la mano y lo acerco a mi cara, pues empieza a ponerse borrosa mi vista. Es una carta grande, con un esqueleto que sujeta una guadaña y su significado en el Tarot es la muerte.
-No era para ti Malone, no era para ti-. Musito en voz baja, mientras con una leve sonrisa exhalo mi último aliento.
Este comentario será adaptado para concluir el escenario, de manera que los que aún no han participado pueden optar por intervenir ANTES de estos acontecimientos.
Mientras miro la ternera con salsa curry que me acaba de servir una linda camarera china con gran cortesía, observo a mis compañeros con los que comparto mesa en el restaurante Skyway de Allen Street. Por una lado, está el joven Jim Parson, un brillante científico con el que hasta ahora he compartido los entresijos de esta extraña aventura, que apenas acaba de empezar. Inteligente y observador, aunque algo confiado y desinhibido, Parson departe abiertamente con Patrick Van Wyk, un extravagante agente que proviene de alguna sección de inteligencia de un sector del gobierno confidencial. Ambos se entienden a la perfección, mentes avanzadas muy útiles en este mundo moderno de alta tecnología. Por otra parte, a mi lado está Alexander Miles, un tipo de mirada dura, un veterano combatiente con el que no hay que meterse si uno no quiere pasarse seis meses en la sección de cuidados intensivos de un hospital. Y por último está Blind Smoke Malone, el tío misterioso de las cartas, el cual me pone los nervios de punta pues no para ni un momento de manosear esa dichosa baraja que siempre lleva consigo. Y luego estoy yo, Paul O’Sullivan, un ex policía, ex alcohólico y ex de todo, que no paro de cagarla ni un segundo. Menudo equipo formamos, no sé por qué tuve que venir a New York a trabajar en AE Corp, tal vez no estuviese tan mal en Hollow City…
Escucho las teorías de mis compañeros, moviendo la cabeza en señal de asentimiento, fingiendo que capto el fondo de sus palabras a la perfección, aunque en realidad no tengo ni idea de lo que pasa. Mi mente aún no está al cien por cien, me cuesta pensar con claridad, tengo que forzarme a mi mismo si quiero seguir los pasos de mis camaradas o de lo contrario seré un lastre para ellos. De repente Parson me da un ligero golpe con el codo para sacarme de mis pensamientos, haciéndome volver a la realidad.
– ¿Y tú que opinas, O’Sullivan? –me pregunta el joven científico, mientras el resto me mira expectante.
– Esto…creo que todos tenéis razón –respondo mientras intento ganar tiempo para generar alguna idea que no me ponga en ridículo-. Está claro que todo empezó cuando Martinelli trató de comprar los terrenos de la sinagoga del rabino Jacok Barash, sin conseguirlo. Por ello, siguiendo los tradicionales métodos de la mafia italiana, el capo envió a sus muchachos a darle una paliza a Jebediah Moustake, uno de los feligreses judíos, para darle un toque de advertencia a la comunidad. Pero lo que Martinelli seguro no esperaba era que los judíos se vengarían en lugar de hincarse de rodillas y suplicar, mandando a alguien a darle una brutal paliza a Rufus, uno de los sicarios italianos. Así que de momento hay empate técnico.
Después de haber dicho estas palabras, que bien podría poner por escrito luego para hacerlo constar en mi informe para C.J., pienso en lo que acaba de soltar Wan Wyk. El Gólem. Normalmente me partiría de risa, pero he visto cosas que muy pocos han visto, cosas espeluznantes que podrían hacer caer en el pozo de la locura hasta la mente más cuerda que exista. Y por eso no me río. Está muy claro que el que le dio la paliza al grandullón de Rufus no es alguien cualquiera, así que cualquier teoría que pueda dar un poco de luz a este asunto, por muy absurda que pueda parecer, habrá que tenerla en cuenta. ¿Qué puede saber un policía de las calles de una criatura sobrenatural como el Gólem? Pues lo mismo que sabe un deportista de élite sobre una obra de un premio novel de literatura: ni un carajo. Así que me digo a mi mismo que lo primero que voy ha hacer cuando salga del restaurante es llamar por teléfono a ese anticuario chalado de Hollow City que me dio su tarjeta, ese tal John Reeves. Tal vez saque alguna información útil de entre los desvaríos que suele despotricar, creo que aún guardo su tarjeta en mi cartera. Si alguien sabe contar historias sobre monstruos y criaturas extrañas, sin lugar a dudas es él.
Pero todo eso va a quedar para luego, porque ahora mismo acaban de entrar cuatro tipos trajeados que no pintan bien. Normalmente no les haría ni caso, pero en sus rostros hay algo que no encaja. Y veo que Miles también se ha dado cuenta, su cuerpo se tensa y su mirada se endurece aún más, preparándose para la acción. No se lo que va a pasar a continuación, pero de algo si estoy seguro: si vienen a por mí, se van a encontrar un hueso muy duro de roer para sus dentaduras acostumbradas a la pasta con salsa boloñesa. Tal vez demasiado duro…