Hijos de Moisés
Aún enfadado por el comentario del viejo, Parson sigue a un decidido O’Sullivan que empieza a encontrarse en su salsa. Ha recorrido las calles más oscuras y se encuentra cómodo en la investigación a pie de campo. Los edificios del alrededor muestran una escuela primaria y casas de trabajadores un tanto destartaladas con escaleras de incendio y un par de callejones cercanos dónde puede haberse producido el incidente de Rufus. Saca una pequeña libreta y comienza a realizar anotaciones cortas pero precisas a la vez que observa atentamente el entorno…
Hay un callejón cercanos justo al lado de una tienda de chucherías llamada «El Trueno». Parece el lugar más probable para una emboscada, de modo que hay que examinar el lugar para ver si quedan evidencias. Rufus llevaba un arma y puede que disparara. Podrían quedar pistas… Con un poco de suerte la caterva de chavales de primaria del colegio de enfrente no habrán borrado las posibles evidencias…
En ese momento, un motorista con un ajustado vestido negro pasa a toda velocidad por la calle rompiendo la tranquilidad y sobresaltando aún más a un nervioso Jim que se encontraba grabando un vídeo del lugar con el teléfono de Rufus. Con un respingo se aparta a un lado con apenas tiempo para maldecir entre dientes….
Un grupo de jóvenes sale de la congregación de los Hijos de Moises. Llevan unas carpetas y hablan distendidamente entre ellos, bastante ajenos al malhumorado Parson. Parece que acaba de terminar algún tipo de evento en el local. Al parecer, se trata de una conferencia, por el panfleto que agita uno de los muchachos. Queda gente dentro, posiblemente en conversación con el ponente, está de espaldas pero se ve claramente que sostiene un conocido ejemplar biográfico de Einstein…
– ¿Has acabado ya con los juegos de papel y lápiz? Me he cansado de jugar al Tetris y este móvil es una mierda. Parece que Martinelli no paga tan bien a sus chicos… ¿chinos o judios? Tu elijes campeón…
Mientras esquivamos la marea infantil de posibles futuros rabinos, Parson y yo avanzamos hacia el local de los Hijos de Moisés. Justo cuando un profesor bajo y regordete, con pelo rizado y barba descuidada de varios días, va a cerrar la puerta consigo meter el pie justo a tiempo. A continuación le dedico una sonrisa y empujo con firmeza la puerta, lo suficiente para echarle hacia atrás y podernos colar en el interior.
– Lo siento pero íbamos a cerrar –dice el presunto profesor.
– No se preocupe, será solo un momento –a continuación le enseño las credenciales de AE Corp con un movimiento rápido y profesional, como si fuese un poli más de New York.
– Tranquilo, Eimos, déjales pasar –dice el hombre alto y vestido de negro que sostiene en sus manos un libro con la foto del famoso físico alemán, titulado “Einstein: Su vida y su universo”.
En ese momento es cuando recuerdo que Einstein era de origen judío. Miro al hombre que acaba de hablar, el cual nos conduce amablemente a una pequeña sala desocupada, donde podemos charlar tranquilamente. Sus ojos serenos y brillantes denotan sabiduría, pero alejada del orgullo típico de los que se creen superiores a los demás. Sus maneras son suaves, y su voz tiene algo que consigue llamar la atención aunque no quiera. Pienso que en su comunidad debe ser uno de los líderes, alguien a quien recurren en busca de consejo y ayuda.
– ¿Es usted Tobías Sigler? –le espeto sin ningún miramiento. A veces la respuesta a una pregunta directa dice mucho de quien la contesta.
– Los nombres solo sirven para individualizarnos, haciéndonos olvidar que formamos parte de una comunidad…
“Fantástico. La primera en la frente”, pienso.
– Hace poco, a escasos metros de este sitio, tuvo lugar un “percance”. Dicen que a un italiano por poco lo envían a visitar a San Pedro, y que la culpa fue de alguien ligado a la comunidad judía.
– ¿Y quien lo dice? No creo que ningún italiano haya dicho nada, o al menos no me consta –dice el hombre, sonriendo.
“Este tío me está poniendo de los nervios, y solo acabamos de empezar”. Le hago al tipo una serie de preguntas más, pero su inteligencia es superior a la mía y cada vez se sale más por las ramas. Al final acaba dándome una pequeña lección sobre religión judía, historia, y citas filosóficas sobre Albert Einstein. Al ver mi semblante exasperado, Parson toma el relevo e intenta liarlo con su palabrería científica, para ver si consigue que de un paso en falso. Pero ese judío es perro viejo, se las sabe todas y nos torea como quiere.
Al final Parson y yo salimos del colegio judío, llevándonos la sensación de que además de estar como al principio, somos nosotros los que le hemos dado la información a él. Y encima hemos tardado tanto que ya han cerrado la tienda de golosinas de al lado. Mientras subimos al coche, Parson me fulmina con la mirada en silencio. Se lo que piensa, que soy un inútil y no sirvo para nada. Bueno, tal vez sea así, o tal vez es que esto me viene grande. Quizá lo mejor sea comer algo, reunirnos con el resto del equipo y decidir todos juntos que hacer a continuación. Conociendo a Parson, me tocará otra vez tener que degustar esa comida china que tanto le gusta, con lo ricas que son las hamburguesas…
– Bueno O‘Sullivan, creo que tengo una teoría clara de que va esto.- Le digo a mi compañero mientras acelera el coche – El tío de la escuela es el hijo del jodido viejo del semisotano. ¡Y los dos son unos grandísimos hijos de puta!
O‘Sullivan mirándome me brinda una sutil mueca que debe ser lo más cerca que ha estado de una carcajada en el último lustro.
– Bueno, por lo menos he podido sacar algo en claro mientras hablábamos con el. Le he hecho una foto con el teléfono y he cogido sin que se diera cuenta unos papeles que había en una mesa. Esta en hebreo, pero tal vez nos sirva para comparar el tipo de papel o la caligrafía con la nota de amenaza que encontramos en la habitación de Rufus.
Le envío la foto a “James Bond” a través del teléfono a la vez que le indico a O’Sullivan el restaurante donde hemos quedado con el resto de la manada.
– Además, siempre podemos volver al callejón y hablar con los de la “Iglesia Baptista Misionaria China” en caso que necesitemos confirmar algún dato. Por cierto Paul, has visto a ese bombón enfundado en cuero que tenemos detrás… Creo que me he vuelto a enamorar. Y hoy van ya dos veces…
Mientras esquivamos la marea infantil de posibles futuros rabinos, Parson y yo avanzamos hacia el local de los Hijos de Moisés. Justo cuando un profesor bajo y regordete, con pelo rizado y barba descuidada de varios días, va a cerrar la puerta consigo meter el pie justo a tiempo. A continuación le dedico una sonrisa y empujo con firmeza la puerta, lo suficiente para echarle hacia atrás y podernos colar en el interior.
– Lo siento pero íbamos a cerrar –dice el presunto profesor.
– No se preocupe, será solo un momento –a continuación le enseño las credenciales de AE Corp con un movimiento rápido y profesional, como si fuese un poli más de New York.
– Tranquilo, Eimos, déjales pasar –dice el hombre alto y vestido de negro que sostiene en sus manos un libro con la foto del famoso físico alemán, titulado “Einstein. Su vida y su universo”. En ese momento es cuando recuerdo que Einstein era de origen judío.
Miro al hombre que acaba de hablar, el cual nos conduce amablemente a una pequeña sala desocupada, donde podemos charlar tranquilamente. Sus ojos serenos y brillantes denotan sabiduría, pero alejada del orgullo típico de los que se creen superiores a los demás. Sus maneras son suaves, y su voz tiene algo que consigue llamar la atención aunque no quiera. Pienso que en su comunidad debe ser uno de los líderes, alguien a quien recurren en busca de consejo y ayuda.
– ¿Es usted Tobías Sigler? –le espeto sin ningún miramiento. A veces la respuesta a una pregunta directa dice mucho de quien la contesta.
– Los nombres solo sirven para individualizarnos, haciéndonos olvidar que formamos parte de una comunidad…
“Fantástico. La primera en la frente”, pienso.
– Hace poco, a escasos metros de este sitio, tuvo lugar un “percance”. Dicen que a un italiano por poco lo envían a visitar a San Pedro, y que la culpa fue de alguien ligado a la comunidad judía.
– ¿Y quien lo dice? No creo que ningún italiano haya dicho nada, o al menos no me consta –dice el hombre, sonriendo.
“Este tío me está poniendo de los nervios, y solo acabamos de empezar”. Le hago al tipo una serie de preguntas más, pero su inteligencia es superior a la mía y cada vez se sale más por las ramas. Al final acaba dándome una pequeña lección sobre religión judía, historia, y citas filosóficas sobre Albert Einstein. Al ver mi semblante exasperado, Parson toma el relevo e intenta liarlo con su palabrería científica, para ver si consigue que de un paso en falso. Pero ese judío es perro viejo, se las sabe todas y nos torea como quiere. Al final Parson y yo salimos del colegio judío, llevándonos la sensación de que además de estar como al principio, somos nosotros los que le hemos dado la información a él. Y encima hemos tardado tanto que ya han cerrado la tienda de golosinas de al lado. Mientras subimos al coche, Parson me fulmina con la mirada en silencio. Se lo que piensa, que soy un inútil y no sirvo para nada. Bueno, tal vez sea así, o tal vez es que esto me viene grande. Quizá lo mejor sea comer algo, reunirnos con el resto del equipo y decidir todos juntos que hacer a continuación. Conociendo a Parson, me tocará otra vez tener que degustar esa comida china que tanto le gusta, con lo ricas que son las hamburguesas…
– Bueno O‘Sullivan, creo que tengo una teoría clara de que va esto.- Le digo a mi compañero mientras acelera el coche.
– El tío de la escuela es el hijo del jodido viejo del semisotano.
¡Y los dos son unos grandísimos hijos de puta!- O‘Sullivan mirándome me brinda una sutil mueca que debe ser lo más cerca que ha estado de una carcajada en el último lustro. – Bueno, por lo menos he podido sacar algo en claro mientras hablábamos con el. Le he hecho una foto con el teléfono y he cogido sin que se diera cuenta unos papeles que había en una mesa. Esta en hebreo, pero tal vez nos sirva para comparar el tipo de papel o la caligrafía con la nota de amenaza que encontramos en la habitación de Rufus.-
Le envío la foto a “James Bond” a través del teléfono a la vez que le indico a O’Sullivan el restaurante donde hemos quedado con el resto de la manada.
– Además, siempre podemos volver al callejón y hablar con los de la “Iglesia Baptista Misionaria China” en caso que necesitemos confirmar algún dato. Por cierto Paul, has visto a ese bombón enfundado en cuero que tenemos detrás… Creo que me he vuelto a enamorar. Y hoy van ya dos veces…