La Ciudad más allá de las nubes: Parte 1 – Un paseo por las nubes
En cuanto la numerosa expedición se acercó rápidamente, cubriéndose los rostros frente al huracanado viento que les azotaba, dos guardias enanos se apresuraron a abrirles la puerta sur de la Ciudad de Carabás sin siquiera hacerles preguntas. Al otro lado de la puerta, en una de las calles de piedra del distrito de los enanos, un grupo de estos maldecía y amenazaba a los pocos ciudadanos que aún corrían por las calles, dirigiéndose a los sótanos que habían habilitado como refugios improvisados.
Las piedras parecían volar, arrancadas de las paredes y del suelo por la fuerza del viento, y la lluvia caía como un torrente. Frank y Yamu usaron sus rangos para convencer a uno de los soldados enanos de que cuidara de la multitud que iba con ellos, pero no hizo falta discutir nada en absoluto. Con una breve charla a gritos para superar el rugido de la tormenta, los enanos prometieron poner a salvo a los elfos y les desearon suerte en lo que fuera que iban a hacer…
Los muchachos apenas hablaron de sus planes, pero todos, incluidos Harry y William, empezaron a correr en dirección a la colina central de la ciudad, hacia en Palacio de la Marquesa, sobre el que se arremolinaba una terrorífica espiral de neblina verde.
Mientras corrían por las calles, ayudaron a los guardias que vieron, que a su vez dirigían a los ciudadanos hacia los lugares mas seguros que conocían, y observaron al mismo tiempo el caos que la tormenta repentina estaba provocando. Entraron al Palacio sin ningún contratiempo, ya que ni siquiera habían guardias en la puerta, y corrieron hacia la sala del trono.
Allí dentro se encontraba la propia Marquesa Nefer, visiblemente asustada y nerviosa, junto con el propio Noorgard, el alquimista Mathiassen y los Grandes Heroes de Carabás al completo, junto con un grupo de guardias del palacio. Noorgard estaba tratando de convencer a la Marquesa de la necesidad de salir de la sala del trono hacia los sótanos del palacio, o a algún lugar mas defendible, mientras Mathiassen trataba de explicar que la tormenta parecía hacerse mayor a cada momento y, de alguna forma, el centro emisor de su energía se encontraba en el propio palacio. Los Grandes Héroes se estaban poniendo del lado de Noorgard y solo les faltaba llevarse a rastras a la pobre Nefer, cuando la Marquesa sintió un tremendo alivio al ver a sus amigos entrar en el salón sanos y salvos.
Abrazándose a Lancia, quien lanzó una mirada de enfado hacia Noorgard, la Marquesa se notó claramente mas tranquila y empezó a ordenar, como imbuida por una misteriosa fuerza de golpe. A pesar de la desaprobación de Noorgard, ordenó a los guardias que trajeran al Palacio a todos los ciudadanos que aún quedaban en las calles y no poseían refugio, y se negó a moverse de su lugar de mando mientras la ciudad no estuviera fuera de peligro. Los muchachos empezaron a discutir con Noorgard y enzarzarse dialécticamente incluso con los Grandes Héroes, que parecían estar orgullosos de la actitud de la joven dirigente, pero obligados por la peligrosidad de la situación en pensar mas por su seguridad que por su valentía. Pero la discusión duró muy poco, porque un guardia herido entró al salón para informar de que tropas enemigas estaban bajando de la torre en obras directamente al interior del palacio.
Según el guardia, los soldados del Palacio habían conseguido retener a los intrusos, un grupo numeroso de goblins negros con extraños tabardos negros cuyo símbolo era una calabaza con una mueca terrorífica, al pie de las enormes escaleras de la torre, pero que seria conveniente pedir refuerzos. De nuevo la Marquesa pidió que los soldados disponibles salieran a ayudar a los ciudadanos, a lo que los Grandes Heroes, para zanjar la discusión, respondieron que ellos mismos serian los encargados de retener a los enemigos en las escaleras. Noorgard, ante la imposibilidad de evacuar a Nefer, aceptó a regañadientes quedarse a su lado para defenderla, y desenvaino una pesada maza de su cinto, oculta bajo su túnica. En ese momento la Marquesa pareció recordar algo terrible y se derrumbó. Mientras se culpaba por lo sucedido, ante la sorpresa de todo el mundo, que no sabia de que hablaba, contó que en lo alto de la torre aún había trabajadores y que debían ayudarles. Lancia incorporó a Nefer y le preguntó que se explicara, y la esfinge contó a todos que como quería que la torre estuviera terminada lo antes posible, uso uno de sus deseos, no para construirla mágicamente, sino para que los propios trabajadores no sintieran fatiga ni molestia ninguna, y así trabajaran mas rápido, con la esperanza de que el Sr. Noorgard nunca averiguara que había hecho trampas. Antes de que nadie pudiera siquiera tratar de reñir a la Marquesa, Lancia gritó que ellos mismos irían a subir a la torre y rescatar a los trabajadores. Nori empuñó sus pistolas, y Frank y Yamu ya habían desenvainado sus espadas antes siquiera que los Grandes Héroes pudieran asimilar nada de lo que estaba ocurriendo.
Harry, deseándoles toda la suerte del mundo, se despidió de sus amigos, decidiendo que seria mejor quedarse en la sala del trono, bajo la protección de Noorgard y William, y al lado de su maestro. Mientras se alejaba en compañía de su padre Vespero hacia las escaleras de la torre, Lancia vio como Harry trataba de hacer reír a Nefer diciéndole sandeces…
Los soldados que estaban en la base de la torre parecían superados en numero, pero los Grandes Héroes y los muchachos que les estaban acompañando cambiaron las tornas. Crom gritó a su hijo que no se entretuviera y se dieran prisa en subir las escaleras, que ellos eran suficiente para evitar que los intrusos escaparan del palacio hacia la ciudad. Esquivando las estocadas de los goblins negros, los cuatro subieron escaleras arriba, deshaciéndose de los goblins que bajaban cada vez en menor numero.
Las escaleras parecían interminables, y no ayudaba en nada que la torre no tuviera ventanas. Pero incluso así, Nori podía notar el temblor de las paredes y el suelo de la torre, azotada por el huracán. Se mantenía tranquilo, pero no lo estaba…no estaba seguro de que la torre pudiera aguantar mucho tiempo así.
Cuando llegaron arriba encontraron a un grupo de los goblins negros arrastrando cuerpos de varios trabajadores hacia la balconada, a través de la que se veía lo que parecía un campo de nubes blancas y en calma. Habían subido tanto que esta parte de la torre, la mas alta, parecía estar por encima de las nubes y de la tormenta que azotaba la ciudad, y desde aquí arriba nadie diría que abajo la ciudad estaba sumida en el caos. Pero los muchachos no podían disfrutar de la vista de un campo de nubes infinito, ya que los goblins negros habían soltado a los trabajadores y cargaban hacia ellos.
Los goblins luchaban con mas ganas y furia que tino y habilidad, y demostraron no ser rival, al menos en poco numero. Sin que les sorprendiera, los enemigos se desvanecían en jirones de humo verde cuando eran derrotados. En cuanto se deshicieron de ellos, Nori comprobó rápidamente que los tres trabajadores que estaban arrastrando aún estaban con vida, y les despertaron. Estos, tremendamente agradecidos, les explicaron que, aunque parecía inexplicable, estaban trabajando tranquilamente cuando vieron llegar desde las nubes una marabunta de goblins negros. Totalmente perplejos, tardaron en reaccionar mientras los bichejos saltaban a la balconada y les empezaron a golpear. Los primeros trabajadores que caían, eran arrastrados de nuevo hacia las nubes, en dirección a un cumulo que señalaba. Nori aguzó la vista para ver que ese cumulo de nubes grises que se podría confundir con un castillo desde lejos, lanzaba rayos indicando que era una nube de tormenta, pero no parecía moverse en absoluto.
El trabajador afirmó que no solo se llevaban a los trabajadores sino que, como pudieron comprobar echando un vistazo a la zona de obras, los goblins se habían llevado todo, absolutamente todo, desde las herramientas hasta la comida de los trabajadores.
Indicaron a los trabajadores que bajaran las escaleras, que eran seguras al menos hasta que llegaran abajo, y aun asi , a estas horas, los goblins que quedaban estarían ya derrotados, y se dirigieron a la balconada…
Frank se negaba con todas sus fuerzas, pero de nada sirvió: Lancia en cabeza, por supuesto, pero seguida sin dudarlo por Yamu y Nori, los tres saltaron a las nubes con total confianza…y las pisaron como quien camina sobre un colchon mullido. Los muchachos se reían mientras saltaban y se lanzaban al suelo de algodón, mientras Frank, con un exceso de celo, pisaba con sumo cuidado las nubes, comprobando su integridad. Mientras Frank usaba su espada para comprobar que efectivamente el suelo de nubes era estable, Lancia arrancaba grandes trozos de nube con la intención de llevárselos y usarlos de almohada. Y no contenta con eso, empezó a encaramarse al tejado de la torre en construcción, que sobresalía varios metros por encima de las nubes, ante los gritos de desaprobación de Frank, que ardía en una mezcla de furia y exceso de celo. Nori y Yamu la animaban mientras escalaba, y en cuanto llegó arriba Frank confirmo sus mas terribles sospechas cuando, lanzando al aire un fortísimo «Yuhu», saltó de espaldas para caer literalmente sobre un montón de nubes. Los aplausos de Nori y Yamu duraron poco, pues ambos corrieron hacia la torre, peleándose por ser los segundos en lanzarse al vació, mientras Frank no daba crédito a la temeridad de sus amigos. Mientras hacían turnos lanzándose al vacio, los muchachos animaban a Frank a saltar, se reían de él o lo criticaban. Lancia le decía que si no se arriesgaba se arrepentiría de no poderles contar esta experiencia a sus nietos. Les diría que una vez pudo haber saltado sobre una nube, pero no quiso…Frank le contestó que es muy probable que no les pudiera contar eso a sus nietos, pero al menos él viviría para tenerlos…
Por mucho que Lancia, Yamu y Nori se divirtieran, Frank no cayó en la tentación y se dirigieron todos hacia el extraño cumulo de nubes oscuras, cruzando una especie de estepa de nubes blancas. Nori avanzaba tranquilo delante, confiado, mientras Frank comprobaba cada cierto tiempo que no hubiera ningún agujero en las nubes, pinchando con su espada. No olvidaba que estaban a mas de un centenar de metros por encima de la ciudad y no le apetecía nada caerse de súbito. Esta actitud no hacia mas que aumentar las criticas hacia su persona y incluso Lancia se metía con el y se burlaba de forma picara. Y de esta forma llegaron sin mas problemas hasta el castillo de nubes.
No había ninguna otra «construcción» a la vista en todo lo que podían ver de cielo, así que aunque no hubieran preguntado a los trabajadores rescatados no seria difícil averiguar que los goblins venían de este lugar. Mas aún cuando vieron que la nube de tormenta parecía tener un túnel de entrada. Asomándose a este pasadizo, suficientemente grande para que pasara un grupo de soldados sin problemas, se dieron cuenta de que no seria tan fácil cruzar la nube: el corredor chisporroteaba con electricidad estática y de vez en cuando un relámpago se descargaba en su interior. De nuevo Frank trató de que los demás comprendieran lo peligroso de cruzar por ahi, pero hicieron caso omiso, porque parecia el unico paso que podían seguir. y así Frank se vio arrastrado a arriesgarse con los demás.
Lancia cruzó sin problemas, esquivando graciosamente un par de relámpagos, y avanzando tan rápido que los rayos parecían no poder alcanzarla. Yamu corrió atravesando el pasillo y Frank le seguía, maldiciendo la suerte que el elfo parecía tener y lo fácil que parecía esquivar los rayos mientras a él le constaba tanto. Nori, con las piernas mucho mas cortas que sus compañeros, aún estaba a mitad de pasillo cuando todos habían pasado, y a pesar de que sobretodo Lancia sufría por la lentitud con la que avanzaba y el peligro que eso reportaba, parecía no inmutarse y mantener una calma gélida, incluso cuando fue alcanzado levemente por algún relámpago que le propino una descarga casi revitalizadora.
En cuanto accedieron al interior del nubarrón les vino a la mente un viejo cuento de niños sobre gigantes, alubias y castillos en las nubes, porque en mitad de la cupula que formaba la nube se encontraba , sentado en cuclillas, un enorme gigante metálico que parecía construido en Siderita y repleto de runas Arisazi, como habían encontrado en tantas ocasiones a lo largo de sus exploraciones. En el techo, una especie de lampara de cristal verde emitió rayos también de este color que recorrían el hueco en el hombro del gigante que la ausencia de su brazo dejaba. Nori veía como estos rayos de luz parecían reparar poco a poco los daño de la enorme maquina, a la vez que indicó con señas a sus compañeros la presencia en el suelo de unos pocos cadáveres de goblins negros recientes, cerca de otro pasillo de salida. Mientras el explorador enano continuaba reuniendo información de la sala, los demás discutían el mejor modo de llegar al otro al otro lado de la cúpula sin despertar al gigante guardián.
Nori les informo de las rutas hasta el siguiente pasillo, que parecía de salida, y desgraciadamente había visto que también estaba cubierto de relámpagos. La sala estaba repleta de extrañas construcciones similares a muebles que parecían estar construidas directamente con nubes solidificadas, de forma que podían ir por el suelo usándolas de cobertura, como si fueran ratones cuidadosos. Pero Nori también señalo que en lo que parecían estantes se acumulaban un montón de objetos extraños, y muy posiblemente valiosos, con lo cual podrían aprovechar la intrusión y sacar algo en claro. Así que , para asegurar que no hacían mucho ruido, Lancia y Yamu correrían por el suelo, para vigilar al gigante y poder reaccionar si fuera necesario, mientras que Nori y Frank, los mas interesados en el saqueo, escalarían sigilosamente los muebles hasta las estanterías.
Todo parecía ir perfectamente para el equipo del suelo, que llegó hasta el umbral. Lancia y Yamu revisaron los cadáveres para ver que habían muerto recientemente en una pelea, seguramente con el gigante. Les llamó la atención que los cadáveres no hubieran desaparecido, pero supusieron que la naturaleza mágica de todo lo que estaban viviendo tenia mucho que ver. En ese momento el gigante de metal pareció despertarse. Lancia y Yamu se ocultaron , preocupados, y dirigieron la vista a los estantes. Allí Nori y Frank se afanaban en saquear los objetos que les parecían mas valiosos, hasta que ambos vieron como el gigante despertaba. Frank guardó todo lo que llevaba en las manos en su mochila, se levantó en posición defensiva, desenvainó su espada por puro instinto y miró a su lado para comprobar que Nori estaba a su lado…pero no lo encontró.
Nori, en cuanto había visto que el gigante se movía, había saltado a la pared, se había encaramado y había lanzado un hechizo que le mimetizaba tan bien con su entorno que era prácticamente invisible.
Mientras Lancia sufría su enfado en silencio y vigilaba los movimientos de Frank, Nori bajaba escalando al suelo. Frank esquivó los rayos de fuego verde que el gigante le lanzaba mientras saltaba de estante en estante. Lancia y Yamu trataron de darle algo de ayuda tratando de atraer la atención del gigante, y se lanzaron al pasillo de salida en cuanto lo consiguieron. Nori cruzó bajo las piernas del enorme ser metálico, y Frank corrió tras él, mientras el gigante se sentía desbordado. Lancia y Yamu gritaban a sus amigos que corrieran mientras llegaban al final del pasillo, esquivando los relámpagos, y cruzaron una especie de portal de luz verde brillante de un salto, sin pensarlo, sintiendo simplemente un leve cosquilleo. No vieron a Nori cruzar, hasta que aterrizó al otro lado dando volteretas. Los tres se quedaron unos instantes mirando el portal desde el otro lado hasta que Frank también lo cruzó, y cayó como un saco al suelo, fulminado.
Frank no sabia que había pasado. Hace un instante estaba corriendo por un pasillo repleto de relámpagos perseguido por un gigante metálico. Había cruzado un portal verde y todo se volvió oscuro. Pero ahora estaba sentado en una silla en una habitación muy lujosa y recargada, repleta de colores rojos, candelabros de oro y cortinas de terciopelo. Había una ventana, pero no veía el exterior porque las cortinas estaban echadas. Antes de que pudiera extraer cualquier conclusión, una mano femenina le acarició el hombro y el cuello. Notó unas afiladas unas, pero también un suavisimo tacto. Cuando se giró vio a Lancia, sonriendo maliciosamente enseñando unos afilados colmillos vampiricos. Aunque realmente no era Lancia, pensó. Es la otra Lancia, ya la había visto antes: su piel era azulada, sus ojos verdes brillaban, poseía un par de alas membranosas, como de murciélago, y sus garras y dientes parecían muy peligrosos, al igual que su mirada y su actitud. Caminaba a su alrededor de forma provocativa, como deslizandose, mientras acariciaba el pecho de Frank y sus brazos, y no le quitaba ojos, como analizandole.
A Frank le costaba mantener la cabeza fría ante este ser, pero ayudaba bastante a mantenerse vigilante la actitud depredadora de Überlancia. Frank se levantó con cuidado de la silla, y la sucubo empezó a hablar. Le dijo que esperaba algo mejor que él, pero que le serviría. Le empezó a contar que al parecer él era muy importante para «la otra» , diciendo esto último con desprecio, y que eso lo podía aprovechar ella para encontrar una forma de escapar de aquí…y esto último lo dijo con rabia. Mientras esta Lancia le informaba riendo que, efectivamente, había muerto hace nada al cruzar el portal verde, y que la pobre Lancia, esa que tanto le importaba, estaría ahora llorando sobre su cadaver, Frank se acercaba disimuladamente a la ventana y trato de echar un vistazo al exterior, viendo una calle ligeramente familiar de lo que parecía una ciudad gótica, tenebrosa y oscura. Frank trató de conseguir la iniciativa en la conversación, pero Lancia parecía dominar la situación. Sus intentos de extraer información o amenazarla solo le divertían mas, hasta que ÜberLancia le dijo que no era tan mala, que solo quería hacer un trato en el que todos ganaran. Ella podría devolverle a la vida, simplemente cediéndole un poco de su alma a través de un beso, y así su pobre «otra» Lancia no estaría tan triste llorando sobre su cadáver. A cambio le diría que los trabajadores secuestrados estaban siendo arrastrados hasta el puerto de la Ciudad mas allá de las nubes, y que la forma de salir de allí era a través de los elementos. A Frank empezaba a cargarle la situación, pero estaba claro que esta Lancia tenia todos los ases. Sin aún comprender porque le había dado la información para rescatar a los trabajadores y escapar de este extraño lugar, accedió al trato, agarró violentamente a Lancia para sorpresa y satisfacción de ella, y le dio un beso. Mientras una ola de fuego convertía a Überlancia en la Lancia que si que conocía y la habitación se desvanecía, Frank oyó a überLancia quejarse: «¡Eso es trampa!»
Frank abrió los ojos. ÜberLancia estaba besándolo. Tardo solo un segundo en darse cuenta, por las lagrimas en los ojos de ella, que era realmente Lancia en forma de ÜberLancia, y el se hallaba en el tendido en el suelo al otro lado del portal. Tras una Lancia que ahora le abrazaba llena de alivio y alegría, se encontraban Yamu y Nori, visiblemente menos afectados por la muerte de Frank, y en absoluto asombrados por su extraña resurrección. De hecho, ambos empezaron a creer en la teoría de que su muerte había sido fingida solo para que Lancia le diera un beso, con lo que encima se enfadaron con él.
No sabían que es lo que había ocurrido, pero el caso es que ahora estaban al otro lado, todos juntos, en mitad de un desierto de arena gris, bajo un cielo nocturno sin estrellas y a solo un centenar de metros de una ciudad de aspecto gótico que recordaba vagamente a su propia ciudad, la Ciudad de Carabás.