La Ciudad más allá de las nubes: Parte 2 – La Ciudad más allá de las nubes

Dado

Todo lo que había sucedido no parecía nada fácil de explicar, pero cuando se vive en una ciudad como la de Carabás, se aprende rápido a aceptar los fenómenos más extraños. Y el caso es que, contara lo que contara Frank, al final estaban todos vivos y en aparente buen estado, al otro lado del castillo de las nubes y frente a lo que parecía una ciudad gemela a la de Carabás, solo que muchísimo mas oscura y destartalada.

 

 

El rastro que encontró Nori era casi evidente, y tampoco hubiera hecho mucha falta para deducir que los goblins se habían llevado a los trabajadores secuestrados hacia la ciudad, directamente a través de su puerta principal. Mientras se acercaban con cautela, Lancia se ató una cinta en la cola de demonio para hacer notar que era ella misma, no la “otra”, ya que no quiso cambiar su forma por ahora. Por algún motivo, creía que seria una buena idea caminar por estos lares de esta guisa.

Para asombro de los muchachos, la ciudad no tenía ninguna guardia, y pudieron acceder sin ningún problema. Justo al entrar, mientras Nori trataba de buscar el rastro de los raptores en un entorno realmente complicado, los demás, y sobretodo Lancia, se fijaron en los habitantes de esta curiosa y siniestra ciudad: la mayoría de ellos eran como espectros, similares a los espectros grises que se veían en ocasiones en la propia Ciudad de Carabás, pero muchísimo mas definidos, y en los cuales se veían las caras  sus expresiones totalmente apáticas y distraídas,  vagando sin rumbo y perdidos, sin hacer caso a los demás habitantes. Y los demás habitantes eran posiblemente peores, ya que eran en su mayoría goblins con caras enajenadas, que actuaban como bestias llevadas por instintos y malos impulsos, gritando presos del miedo, aullando de ira, arrastrándose por el suelo llenos de desesperación, odio e ira. Y a pesar de ello, a Lancia le dieron algún tipo de lastima, ya que los veían como animales perdidos y asustados, y se acercó a un grupo de ellos ante el asombro de los demás, que trataban de disuadirla.

Lógicamente, estos seres trataron de huir de inmediato de ella, y a los jóvenes les pareció que aún más cuando parecieron reconocer la forma de Lancia, a quien estos llamaban “La dama”, pero esta les habló amablemente y les ofreció algunos dulces que tenia de su propia mano. Llenos de desconfianza, los goblins se acercaron, y aún mas asombrados admiraron los dulces a los que no estaban en absoluto acostumbrados. Uno de ellos se atrevió a recoger uno y probarlo, y su rostro empezó a cambiar. Los demás, mas confiados, hicieron lo mismo, y Lancia empezó a hablar con ellos y tratar de calmarlos. Y algo muy extraño ocurrió. A medida que los goblins se sentían cada vez mas felices y aliviados, sus rostros cambiaban y empezaron a volverse transparentes, hasta que al final, todos los goblins acabaron desapareciendo ante los atónitos ojos del grupo. Nori fue el primero que habló para preguntarle a Lancia que diablos había hecho, si los había matado…pero lo que Lancia estaba segura de haber hecho era bueno, no les había hecho ningún daño, sino todo lo contrario, y todos habían visto como la locura de los goblins se desvanecía de sus ojos al tiempo que ellos desaparecían de esta ciudad…

Mientras todos pensaban en este hecho, el grupo siguió a Nori ante la sospecha, mas que la certeza, de este del camino que podían haber seguido los goblins. Lancia trató de hacer valer la aparente autoridad que su forma parecía tener en esta ciudad, y conminó a un grupo de orcos negros que parecían patrullar el camino del río, a través de calles curiosamente similares a las de su propia ciudad. Dicha autoridad quedó evidenciada cuando estos orcos obedecieron, no sin precaución ni miedo, y contestaron a las preguntas de Lancia. Y si, efectivamente, un grupo de goblins había pasado cargando a un grupo de humanos en dirección al puerto, a través del puente principal, aunque no se explicaban porque no habían llevado a los rehenes directamente al palacio como la reina había ordenado.

Las cosas parecían complicarse, no ser tan sencillas como los héroes pensaban: ¿Por qué La Dama esta desobedeciendo a La Reina? ¿Quien seria esa misteriosa Reina? Aunque todos sospechaban que podría ser, nadie lo quería decir en voz alta. Pero, si no se estaban llevando a los cautivos al Palacio, ¿A dónde los estaban llevando? Solo tenían una dirección, hacia el puerto, y allí se dirigían rápidamente. Mientras corrían calle abajo, los valientes héroes veía que en este lugar habían unas extrañas farolas, exactamente en los mismos lugares que parecían estar las farolas de kregora en Carabás, solo que estas parecían irradiar una esfera de oscuridad absoluta, casi de nada, alrededor de ellas, como si borraran la existencia misma. La visión era como poco escalofriante, y la ciudad estaba repleta de ellas…

Y al apretar el paso, alcanzaron a los raptores, que al ser goblins y cargar con tanto peso, el de los trabajadores inertes y el de una multitud de herramientas, no podían avanzar muy deprisa. Locos de ira, los goblins dejaron caer su carga para atacarles, pero al ver a Lancia en su forma actual, su ira pareció convertirse en autentico terror y se postraron temblorosos como flanes. Lancia se acercó a hablar con ellos, mientras los demás preparaban sus armas para el peor de los casos, pero los goblins parecieron postrarse ante su Dama, mientras gemían que habían hecho lo que les había mandado y ahora iban a esconder el botín en el almacén del puerto, y Lancia levanto la vista hacia donde señalaban: lo que en su Carabás era “el Camarote de Jack”.

Estaban seguros de que habían sido bastante discretos en este territorio a priori hostil, por lo que se sorprendieron cuando un terrible grito femenino, llevo de rabia y odio, y con cierto toque de locura, rompió el cielo clamando ¡¡traición!! Los muchachos quedaron petrificados, observando la torre de Palacio de donde venia el grito, al tiempo que todo el cielo se oscurecía alrededor de dicha torre, y varios relámpagos cayeron en la ciudad. Uno de ellos cayo realmente cerca de donde ellos mismos estaban, directamente al lugar en donde los goblins debían esconder a los secuestrados por orden propia de la Dama, y a todos eso les pareció como poco peculiar. Ese edificio del puerto estalló en llamas rápidamente, como si el propio relámpago hubiera tenido toda la intención, y es posible que así fuera, porque desde aquí, los chicos vieron como numerosos orcos que estaban hasta entonces actuando como habitantes inertes de la Ciudad mas allá de las nubes, salieron de su fingido trance y corrieron a tratar de apagar el incendio, mientras otros se metían de lleno entre las llamas. Y antes de que nadie pudiera reaccionar, sonó lo que parecía un cañonazo, y un objeto trazó una parabólica desde la torre del palacio y se estrelló al otro lado del puente, bloqueando el avance de los intrusos, si es que los jóvenes héroes quisieran llegar al incendio…

Y la verdad es que no parecía ninguna mala idea porque, calle arriba, de lo que en su Carabás querido eran los cuarteles, empezaron a cargar una multitud de orcos con caras de pocos amigos.

Los goblins captores hacia tiempo que habían desaparecido, escabulléndose entre el humo, las ruinas y los gritos, y lo que se erguía ante ellos, saliendo del cráter que su caída había dejado, era exactamente la forma de überNori: un enorme golem de Siderita, con lo que parecían tatuajes sobre su piel metálica, pero sin expresión ninguna. Pero justo en el momento en el que los muchachos estaban decididos a cargar contra este, antes de que llegara el ejercito de orcos, un rayo relampagueante de color verde conecto a Nori y a überNori, dejando a los dos atrapados en una especie de trance que überNori parecía perder…con la rodilla hincada en el suelo, überNori pareció recuperar su voluntad y hablo confuso directamente dentro de la cabeza de Nori, preguntándole a este porque había  vuelto aquí, si había conseguido escapar. Ante los gritos que le desaconsejaban hacerlo, Nori avanzó caminando hacia el enorme Golem, con la seguridad que él solo parecía tener de que no iba a hacerle ningún daño, mientras Yamu y Frank, armas en ristre, vigilaban para recibir la carga del grupo de orcos que aún estaban lejos.

A Lancia le preocupaban los trabajadores: parecían profundamente dormidos, y no podrían permitir cargar con ellos… ¿hacia donde? parecían atrapados, pero la prioridad era poner a salvo a estos inocentes, ya que solo los dioses sabían para que los buscaba la Reina. Y entonces Lancia recordó lo que les había sucedido a los goblins de la entrada…quizás desaparecieron de este lugar de pesadilla en cuanto se desvanecieron sus malos sentimientos. Valía la pena intentarlo, y en esta forma, ella se sentía capaz de entrar en la mente y el corazón de cualquier persona e influir en su interior. Tocó a uno de los trabajadores, se concentró y le llenó el corazón de buenos sentimientos, alegría, esperanza…

Todo alrededor pareció por un momento  tener mas color; las calles parecían limpias y reparadas, las casas de colores vivos…pero solo durante un instante y cualquiera que lo hubiera visto juraría que fue solo una impresión, una falsa visión. Pero el caso es que el trabajador inerte desapareció…

Nori extendió la mano luchando contra los relámpagos que le azotaban y toco a überNori. Entonces este último desapareció, así como los relámpagos verdes, y solo quedó Nori, en su forma de Golem, girándose lentamente hacia los numerosos orcos mientras preparaba sus cañones. Una voz en su cabeza le dijo “Sácanos de aquí”.

Yamu y Frank estaban realmente preocupados. No entendían muy bien todo lo que estaba pasando, ni como Lancia estaba haciendo desaparecer a los trabajadores, ni porque Nori era de nuevo un Golem de Siderita, pero le hicieron caso cuando este último les dijo que cruzaran el puente mientras trataba de detener a los orcos, lanzando salvas calle arriba. Frank trataba de arrastrar a Lancia, que aún estaba salvando al último trabajador, mientras Yamu les esperaba al otro lado del puente. Nori ordenó a todos que se largaran, pero Yamu insistió en ayudarle cubriendo la retirada. Lancia y Frank corrieron hacia el incendio y vieron a la multitud de orcos tratando de apagarlo. A muchos de ellos les vieron medallones exactamente iguales que los que habían encontrado en Carabás, idénticos a los de William Shield y sus hombres. Eso, junto con la naturalidad con la que los orcos hablaban con Lancia, refiriéndose a ella como la Dama, hizo sospechar a los chicos que eran una especie de organización contraria al régimen de la Reina, y al parecer, por el contenido del almacén, le estaban ocultando muchos objetos que por algún motivo esta trataba de acumular. El incendio parecía descontrolado, y los orcos daban la situación por perdida, así que le pidieron a la Dama, realmente Lancia, que salvara todo el material posible para que no cayera en manos de la Reina. Lancia se preocupó por ellos y su seguridad, lo que extrañó enormemente a los orcos, pero estos dijeron que se dispersarían en cuanto ella hubiera cruzado al otro lado, y lo hizo señalando directamente una pared en llamas en medio del incendió, en lo mas profundo del almacén.

Nori consiguió convencer a Yamu de que se retirara, porque tenía un plan para cubrir su retirada. Los orcos eran numerosísimos, pero solo podrían pasar por el puente. Yamu corrió hacia donde Lancia y Frank ayudaban a sofocar las llamas, mientras decidían si era buena idea entrar de lleno en el fuego. Frank recordó las palabras de überLancia, que le dijo que los portales estaban en los elementos, así que era muy posible que funcionara.

Un terrible temblor sacudió el suelo, y todos vieron como el puente principal estallaba hecho pedazos, mientras de la nube de polvo emergía Nori, corriendo como lo haría una masa de metal de 5 toneladas. Mientras le hacían señas para que les acompañara a través del fuego, sin pensárselo dos veces, Lancia le entregó al estupefacto orco que parecía el líder del grupo la banda de “Miss Calabaza” y le ordenó que se la entregara a ella misma en cuanto la volviera a ver, y se lanzó con el grupo al interior del almacén.

La casa de Lancia tiene una ventana que da a la zona del puerto, desde la que se puede ver el mar, y la esquina del “Camarote de Jack”. Antes de entrar al almacén en llamas, a Lancia le pareció ver a alguien asomado a esa ventana, la suya, en esta ciudad, pero la cortina oscura se cerró de golpe, y el humo le impidió ver por última vez la Ciudad…

Dentro del almacén, evitando las llamas y tratando de no asfixiarse, los chicos vieron que de alguna forma los orcos habían traído una de esas lámparas al interior, y dentro de lo que parecía una zona de no existencia habían un montón de cajas, sacos y barriles. No se lo pensaron dos veces y entraron a por ellas, y a pesar de que nadie lo habían pensado, efectivamente esa zona de no existencia no les estaba haciendo ningún daño. Es mas, desde el interior lo que ellos veían era la Carabás que ellos conocían…pero al salir de nuevo de esa “oscuridad” regresaron al almacén en llamas. Con el aire que habían conseguido renovar debajo de la lámpara, consiguieron seguir a Nori mientras este cargaba contra la pared del fondo, atravesando las llamas y la piedra, para salir por el otro lado…a su Ciudad de Carabás.

 

Muchos marineros y trabajadores del puerto estaban arrojando cubos de agua para apagar el almacén del “Camarote de Jack”, y quedaron asombrados cuando vieron salir de allí a un grupo de personas que parecían seguir una especie de golem humanoide gigante, pero siguieron a lo suyo sin hacer muchas preguntas. Rápidamente los muchachos se dieron cuanto de que lo habían conseguido, y tanto Lancia como Nori cambiaron de forma lo más rápido posible, mientras trataban de mezclarse con el numeroso gentío que trataba de ayudar a sofocar el incendio. Por lo que la gente gritaba, un relámpago había alcanzado el almacén y este se había incendiado, pero por lo que podían ver, la tormenta extraña parecía amainar rápidamente.

Los chicos se aseguraron de que había suficiente ayuda para que el incendio no fuera un problema y Lancia recordó a los trabajadores: ¡tenia que saber si había funcionado! Como posesa, corrió calle arriba, esta vez ya en su Carabás natal, y todos la siguieron, al menos hasta que se detuvo ante un montón de gente que se agolpaba a ambos lados del Puente Principal. La gente comentaba que se había derrumbado de repente, posiblemente a causa de la intensa lluvia que ahora amainaba. No poco sorprendidos, cruzaron el río por el puente peatonal dos calles mas arriba, y cuando llegaron al lugar en donde Lancia había calmado a los trabajadores, se encontraron a estos despiertos, asombrados y muy, muy confusos. En cuanto vieron a dos miembros de la guardia, los trabajadores se dirigieron a ellos para que les explicaran que había ocurrido. Mientras todos calmaban a los trabajadores, que contaban una historia sobre goblins atacantes, y una ciudad en las nubes, y terribles sentimientos de pesadilla, Lancia les convenció de que, efectivamente habían sufrido un ataque, pero los captores les habían soltado en mitad de la calle para huir. Y muy posiblemente toda esa historia de la Ciudad en las nubes, el castillo del cielo y un mundo de pesadilla no fuera más que el efecto de los gases adormecedores que sin duda los goblins usaron para noquearles. Tenía tanto sentido, que ningún trabajador puso en duda esa versión, sin duda más razonable que la suya…nadie siquiera pensó porque todos los trabajadores habían tenido la misma pesadilla…

 

Yamu y Frank, respiraron tranquilos y aliviados. Su misión había tenido éxito, y ahora por fin podrían descansar. Lancia se sintió realmente aliviada por haber acertado en su teoría del mundo de pesadillas, por haber rescatado a los trabajadores y pensó que hizo lo correcto al hacer desaparecer a los goblins. Todo había salido muy bien. Y Nori descargo en el suelo el botín, mientras se miraba las manos. Algo en él había cambiado, pero no estaba seguro de que era…solo parecía escuchar una voz débil que , mientras miraba a Lancia y esta le sonreía, le daba las gracias…de nuevo.

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