Regreso a Hollow City
El Alcalde Mallory cerró la puerta de su despacho. Por fin se encontraba solo, después de horas y horas de soportar a todos aquellos idiotas y lameculos. Se dirigió al armario donde guardaba las bebidas y se sirvió una generosa cantidad de brandy Marqués de Gravsey. Se sentó en su cómodo sillón giratorio, sonriendo mientras degustaba tranquilamente el caro licor. Se sentía el hombre más feliz del mundo. Y tenía motivos para ello.
Mallory acababa de ser elegido por los ciudadanos de Hollow City como su Alcalde durante otros cuatro años más, con lo que sería su segundo mandato. La noche había sido larga, esperando las estadísticas de las votaciones, estrechando manos, dando abrazos y ofreciendo sus mejores sonrisas, aparentando tranquilidad aunque la duda le iba corroyendo por dentro.
Las primeras encuestas habían dado una ligera ventaja a su único contrincante, Harryson, pero tras unas horas de tensión y nervios los votos escrutados habían cambiado el signo a favor de Mallory. Lógico, puesto que unos pocos días antes los aliados de Mallory habían aireado un turbio asunto de Harryson, relacionándolo con escándalos sexuales con diversas amantes. Todo era falso, por supuesto, pero los tontos ciudadanos de Hollow City no lo sabían, y muchos de ellos habían cambiado su intención de voto a favor del Alcalde actual.
Mallory dejó su copa de brandy y encendió un puro francés de la marca Cothib Benke, el cual costaba alrededor de los 350 dólares. Era su “puro de la victoria”, símbolo de su carácter ganador y de su poder. El alcalde electo se levantó con pesadez, acercándose al cristal del mirador donde podía observar las luces brillantes que iluminaban la ciudad. Su ciudad.
Mallory había aprendido en los últimos cuatro años como enriquecerse, como aumentar su poder y sus influencias, aunque tuviese que mentir, aliarse con traidores y despedir a antiguos amigos. Si quería progresar, debía estar dispuesto a todo. Pero siempre con cuidado, que la mierda no le salpicase nunca. Los méritos debían ser para él, y las cagadas debían recaer en los demás. Hasta ahora Mallory sólo se había ensuciado con pequeños chanchullos (licencias que deberían estar prohibidas, proyectos urbanísticos turbios, contrabando de información privilegiada, sobornos,…). Sin embargo, Mallory quería más, y en su mente ya empezaba a pensar en los grandes proyectos que le esperaban…
El ruido de alguien que llamaba a su puerta le hizo despertar de su ensoñación.
– Pase, pase –dijo Mallory malhumorado.
– Señor Alcalde, los invitados le esperan –era su joven secretaria, un rubia sensual llamada Rosmary-. Todos quieren ver al Alcalde electo.
– Malditos payasos, que ganas tengo de que se vayan todos y me dejen en paz.
Mallory se acercó a la joven y le pasó lascivamente un brazo alrededor de su esbelta cintura, al tiempo que acercó su feo rostro al de ella.
– Por favor señor Mallory –la bella secretaria se zafó hábilmente del obeso Alcalde- ¿que pasaría si alguien nos viera?. Voy a ver si está todo preparado para su discurso de victoria, por favor no se retrase.
Mallory rió, viendo como las preciosas piernas de Rosmary desaparecían tras la puerta. Más tarde quedarían a solas, y tendría su oportunidad de poseerla. Porque si se negaba la echaría a la calle y le haría la vida imposible. Aprendería a obedecerle, como el resto de ciudadanos de Hollow City.
Le esperaban cuatro años de poder y gloria, si lo hacía bien podría presentarse a Gobernador del Estado. Y más tarde, ¿quién sabe, tal vez Presidente?.
De repente, las luces se apagaron, y Mallory quedó a oscuras. Oyó voces de sorpresa al otro lado de la puerta, y algunas risas y frases al estilo de “esto pasa porque el Alcalde se ha gastado el dinero de las facturas de la luz en su campaña”. Graciosos de mierda, los pondría en la calle mañana a todos.
Entonces Mallory sintió una súbita corriente de aire, y advirtió un extraño movimiento rápido en la oscuridad. Antes de poder reaccionar, un golpe en el cuello lo dejó medio K.O., sin habla y casi sin poder respirar. Mallory intentó balancear su pesado corpachón lleno de grasa hacia la mesa del despacho, donde guardaba un revolver, pero otro golpe en una pierna lo hizo derrumbarse sobre la alfombra del despacho.
Dolorido y asustado, Mallory sólo podía emitir gemidos, mientras intentaba saber que estaba pasando. Entonces oyó una voz inquietante que le susurró al oído: Felicidades Mallory. Otra vez Alcalde. Espero que recuerdes a los amigos que te han puesto en este despacho. Te traigo recuerdos de tus socios. Ellos me han contratado para que no te olvides de ellos… porque ellos no se olvidan de ti. Seré tu sombra, tu reflejo, no podrás verme pero yo a ti si. Vayas donde vayas te encontraré, y si no haces lo que te dicen mis jefes… Lo dejo a tu imaginación. Para que no pienses que esto es un mal sueño, te dejo un regalo. ¡Ja, ja, ja!
De nuevo se hizo el silencio, y tras pasar unos minutos volvió la luz. Al otro lado se escucharon vítores celebrando el fin de la oscuridad. Mallory se incorporó lentamente, aún con dolores en la pierna y en el cuello. Entonces vió el “regalo” que el desconocido le había dejado, y el horror se apoderó de él. La gente se equivocaba, no era el fin de la oscuridad, era el principio. Mallory vomitó de rodillas sobre la lujosa alfombra, tras ver la cabeza cercenada de Rosmary encima de la mesa de su despacho, sobre un gran charco de sangre. Pero lo más horrible de todo era la expresión del rostro de la joven secretaria. Sus ojos, su boca, su cara, todo expresaba un terror infinito… era como si antes de morir hubiese visto al mismísimo diablo en persona.
Bienvenidos a Hollow City, bienvenidos… al infierno.
Comentarios recientes