La piedra de Rosetta: Parte 3 – Hijos de las Estrellas
La mañana siguiente empezó un poco mejor que las anteriores…eso significaba que llovía solo un poco menos. Los muchachos se despidieron de los guardias del camino, escuchando de nuevo las advertencias que suponían que daban a todos los exploradores locos que se adentraban en las selvas del sur. Siguieron la ruta marcadas, guiados por Nori, a quien, para ser un enano, se le daba mucho mejor caminar entre matorrales y lianas que cavar bajo tierra.
Poco antes de llegar al lago Bolazul, en donde se suponía que la segunda expedición debía haber hecho su campamento base, Nori descubrió unos rastros inquietantes. Efectivamente, el enano encontró indicios de lo que sin lugar a dudas era la segunda expedición de Carabás: Un grupo numeroso y con una buena cantidad de cargamento pesado.
Por la profundidad de las huellas y los daños en la vegetación, concluyó que incluso las fechas coincidían sin lugar a dudas. Estaban en el buen camino. Pero además de estos rastros encontró otros más extraños: eran muy numerosos, con muchos porteadores, y seguían la misma dirección. Estos nuevos rastros no podían corresponder a la primera expedición de Carabás, y eran anteriores a los de la segunda expedición. Los chicos se quedaron algo confundidos con este descubrimiento. Según parecía, a no ser que Nori hubiera cometido algún error, cosa que nadie pensaba (y nadie se atrevería a decir…salvo quizás Lancia), una misteriosa expedición de la que nadie les había contado nada, siguió el mismo camino entre la primera y la segunda expediciones oficiales. Por mucho que Nori se empeñaba en intentar obtener más información, deteniéndose a cada momento durante el trayecto hasta el lago, la selva no quiso darles más a conocer, así que los exploradores se dedicaron a su misión principal, sin olvidar los datos que habían recabado.
El que Nori se mantuviera ocupado relajó un poco a Frank y Lancia, que pasaron la mañana inmersos en un ambiente de agradable incomodidad. Yamu no sospechaba que nada hubiera pasado entre ellos, a pesar de las miradas y de que Frank no dejaba de pasar todo el tiempo posible caminando con una indiferencia muy forzada, al lado de Lancia.
En cuanto los muchachos llegaron al lago Bolazul, quedaron maravillados por la belleza del lugar: el lago Bolazul era perfectamente semiesférico, dando la impresión de ser un cuenco de agua gigantesco enterrado en el suelo. El fondo del lago era de color blanco, debido a que era de roca caliza, y sus aguas era claras y cristalinas. La orilla del lago estaba libre de vegetación y parecía el lugar ideal para acampar. De hecho Nori no tardó en divisar muy cerca los restos de lo que parecía se el campamento de la anterior expedición, mientras Frank trataba de detener a Lancia que quería probar un poco del agua del lago. Nori les pidió que no se separaran mientras avanzaban hacia los restos del campamento, con la discusión sobre monstruos lacustres y aguas envenenadas de “la parejita”. Dicha discusión se acabó de golpe al llegar al lugar. Lancia se horrorizó al ver que en el suelo había sangre, y empezó a buscar algún cadáver… para tratar de no verlo. Yamu y Frank sacaron sus armas por instinto, mientras Nori se agachaba para comprobar que efectivamente había sangre humana, pero también sangre de algún otro tipo de ser o bestia. El campamento estaba destrozado por lo que parecía haber sido una pelea feroz, pero no había sido saqueado en absoluto, salvo por algunas mochilas que simplemente habían sido rebuscadas. Mientras los muchachos empezaban a buscar mas pistas y cosas que les sirvieran para saber donde habían ido los posibles supervivientes, o incluso prisioneros, Nori levanto el puño para que todos se detuvieran de inmediato. Señalo hacia la jungla y advirtió a sus compañeros que había algo acechando entre la espesura. Sin embargo, en cuanto todos se dieron la vuelta y trataron de avanzar con cuidado, Nori gritó “Emboscada”, y justo desde la otra linde de la jungla apareció una manada de criaturas horribles. Estaba claro que esas eran las criaturas que la primera expedición había descrito: Parecían gorilas, estaba claro, pero también un cruce entre felino bípedo y algún tipo de reptil. Tenían tanto pelo como escamas, y sus garras y fauces eran terribles. La mayoría eran de un tamaño poco mayor que el de un hombre, pero uno de ellos era mucho mayor y mas fornido, de unos 2 metros y medio de altura se hubieran abalanzado sobre el grupo por sorpresa, de no ser porque Nori estuvo atento al descubrir al extraño espía que había salido corriendo jungla adentro.
A pesar de que los monstruos parecían muy duros, los muchachos lo eran más. Usado los restos como muralla, recibieron a las criaturas con fuertes golpes, hasta que el combate se ensució. Yamu resistía el envite de una de esas criaturas que trataba de arrancarle la cara a mordiscos y no pudo evitar mirarla a los ojos. Una sensación terriblemente extraña le invadió, y su vista se nubló. Por un momento no vio nada, trató de resistirse, y por otro momento creyó ver un lugar repleto de ruinas que nunca antes había visto, oyó un sonido de tambores y sintió un odio ancestral sin motivo, pero todo desapareció tan rápido como vino, y a tiempo para poder asestar el último golpe a la criatura. Todos habían visto atónitos lo que le había sucedido a Yamu, puesto que al parecer también le había sucedido a su adversario y ambos se habían quedado paralizados. Si le hubiera ocurrido estando solo posiblemente las demás criaturas hubieran hecho buena cuenta de él.
Antes de que un incomodo y perplejo Yamu pudiera decir nada acerca del hecho sobrenatural que había sufrido, otro grito de Nori eliminó de cuajo la tensión. ¡El espía de la jungla estaba huyendo! Todos echaron a correr tras él, incluso Nori, aún sabiendo que sus patas cortas no le permitirían ganar mucho terreno…el perseguido era ágil como un felino, y solo Lancia parecía estar a su altura saltando entre lianas y corriendo entre arbustos, matorrales y serpientes. Frank gritó sin ningún efecto mientras veía que Lancia desaparecía entre la espesura, pero se alivió cuando Lancia devolvió el grito avisando a sus amigos de que lo había atrapado.
El espía parecía ser un elfo salvaje de apariencia muy joven, vestido con atavíos muy toscos y con pintura en la cara. Hasta que no vio a Yamu, se mostraba muy violento y trataba de no entablar contacto visual con nadie, pero en cuanto se dio cuenta de que tenían a otro elfo en el grupo pareció relajarse…aunque no mucho. Lancia y Yamu hicieron lo que pudieron para tranquilizarle, y descubrieron que el chico hablaba varios idiomas, entre ellos el Haradico, con el que se comunicaron. En cuanto chico se percató de que no eran peligrosos, incluso antes de presentarse, les apremió para que corrieran de vuelta al campamento. Una vez allí, ante la horrorizada mirada de todos, especialmente de Lancia, y posiblemente menos la de Nori, el muchacho elfo se aseguró de la muerte de las criaturas con su cuchillo, uno por uno, evitando mirarles a los ojos.
Tras la dantesca escena, guardó el cuchillo y se presentó de forma arisca. El chico elfo dijo llamarse Narii, y ser miembro de “los hijos de las estrellas”. Admitió que fue él quien estaba saqueando las mochilas de los exploradores para encontrar algo que le sirviera, pero se escondió al oírles llegar. Por desgracia, según dijo, el poco cuidado que habían tenido al caminar por la selva había atraído de nuevo a los “Hermanos”, que al parecer es como su tribu llamaba a estas horribles criaturas. Mientras Narii hablaba, los chicos le observaban. Estaba claro que parecía un elfo, pero era muy extraño. Su cara era demasiado alargada y ligeramente puntiaguda, y sus ojos, además de ser muy grandes y almendrados, eran más grandes de lo normal. Las pinturas de su cara y cuerpo eran de color azul, y sus garabatos recordaban mucho a los escritos grabados en las paredes que habían encontrado en el complejo subterráneo cerca de Al-Bassid. A nadie se le escapó el parecido que tenia con Yamu.
Los chicos tenían muchísimas preguntas que hacerle a Narii, pero costaba mucho vencer su resistencia a entablar cualquier conversación. El joven hijo de la estrellas parecía rehuir toda comunicación y encuentro fuera de su tribu de forma bizcarla y automática, sin ningún motivo aparente. Aun así, contestó acerca de las expediciones, puesto que los chicos adivinaron enseguida que Narii formaba parte del pueblo de elfos extraños que negó la ayuda a la primera expedición, y por tanto era también uno de los motivos de enviar la segunda. Narii les dijo que efectivamente, hace varias lunas, una expedición vino hasta el lago. Eran pocos, y mal equipados, y su pueblo les convenció para que se fueran y nunca más volvieran a base de negarles todo tipo de ayuda, pero que nunca fueron violentos con ellos. Afirma que lo hicieron por su bien, puesto que querían evitar lo que les pasó a la siguiente expedición, dijo señalando los restos del campamento en el que descansaban. Narii no lo vio, pero asegura que es muy posible que los “Hermanos” les atacaran, y puesto que no hay cadáveres, se los llevaran a su guarida, en los Barrancos de la Perdición, aunque no sabe porque habían hecho eso. Los chicos le preguntaron si sabia donde estaban los Barrancos de la Perdición que había mencionado, y Narii les dijo que mas o menos, pero no con exactitud, pero que el anciano de la tribu seguro que lo sabría con seguridad. Los chicos le pidieron que le dijera donde estaba su tribu para ir a ver al anciano, pero Narii se asustó muchísimo y dijo que nunca les permitiría ver a su tribu, y menos con un “Hijo de las Estrellas” que podía estar contaminado. Todas las miradas se fijaron en Yamu, a quien Narii apuntaba mientras decía esto. Yamu le preguntó porque decía que él era un “Hijo de las Estrellas”, y Narii le dijo que tenía todos los rasgos, aunque vistiera muy raro, y que seguramente ya habría visto a través de los ojos de algún “Hermano” y ahora pondría en peligro a toda la tribu.
Ante las numerosas preguntas que empezaron a surgir acosando al pobre chico, este se limito a casi recitar algún tipo de credo de la tribu, por el cual se decía que Los “Hijos de las Estrellas” se llamaban así porque fueron elegidos, hace miles de Ciclos de Alana, por los humildes Hombres de las Estrellas. Estos seres, sabios, casi dioses, no trataron de inculcar sus numerosos conocimientos en ellos, sino mas bien al contrario. Aprendieron sus costumbres y se mezclaron con la tribu. Aunque llamativos, siempre trataban de pasar desapercibidos, pero no tardaron en ser elegidos como dirigentes de la tribu. Desde esta posición, se afanaban en que la descendencia surgida de la unión de los Hombres de las Estrellas y la tribu se mezclara lo máximo posible, con la excepción de unos pocos elegidos que no tuvieron descendencia y se mantenían en los lugares de poder de la sociedad. Inculcaron a sus súbditos un empeño por mantenerse aislados y celosos de todo lo que viniera de fuera, y decían que la misión de los “Hijos de las Estrellas” seria proteger su legado ante los tiempos funestos que se avecinaban. Una funesta profecía parecía acechar a estos Hombres de las Estrellas, y actuaban como si ella fuera inevitable. Según cuenta la historia, el momento de la profecía llegó, y los pocos Hombres de las Estrellas puros abandonaron la tribu y se perdieron en la selva para siempre. Durante las siguientes semanas el cielo resplandeció verde, y numerosas calamidades acontecieron, llenando la jungla de horribles criaturas y estallidos de energía arrasadores, hasta que un día nacieron los “Hermanos”: La noche de ese día, el cielo al completo estalló en un fulgor verde y la mayoría de los “Hijos de las Estrellas” se despertaron sobresaltados ante la presencia en sus propias casas de los “Hermanos”, como aparecidos de la nada. Empezó entonces una sangrienta batalla, en la que la mayoría de los “Hijos de las Estrellas” murieron, hasta que solo unos pocos abandonaron las ciudades en donde vivían y se adentraron en las selvas, huyendo en busca de protección. Durante ciclos vagaron por las selvas, mientras los “Hermanos” conseguían encontrarles fácilmente, diezmando cada vez mas su numero, hasta que descubrieron con horror lo que ocurría: todos aquellos que se habían enfrentado a un “Hermano” habían quedado de algún modo ligados a él, y el monstruo podría ver a trabes de sus ojos todo lo que el “Hijo de las Estrellas” veía. Desde ese momento todo “Hijo de las Estrellas” que tiene contacto con los “Hermanos” o bien se asegura de que todos ellos han muerto, o bien debe exiliarse para siempre por el bien de la tribu. Narii no entiende muy bien porque, pero su religión también incluye la entrega de bebes a los “Hermanos”, ya que alguna vez el anciano Somak así lo ha dicho, aunque el no lo ha visto nunca…al parecer, el último bebe que debía haberse entregado hace ya unos 50 años, desapareció junto con sus padres y nunca volvieron a la tribu. Los rumores dicen que huyeron al desierto del Norte, mas allá de las tierras prohibidas, pero nadie sabe realmente que paso con la familia. Los muchachos estaban atónitos ante lo que acababan de escuchar. Yamu se preguntaba muchas cosas, como por ejemplo porque su madre se llama Alana, y al preguntarle a Narii este les dijo que Alana es una constelación que ellos conocen y usan para enumerar sus ciclos, alguna especie de medida temporal. Tras una breve discusión, parecía tomar forma la teoría de que Alana, la madre de Yamu, era ese bebe perdido que su familia trató de proteger huyendo para siempre de la tribu, ya que por algún motivo iba a ser entregado a los “Hermanos”. Si eso fuera cierto, Yamu seria un descendiente directo de los “Hijos de las Estrellas”, y como empezaban a sospechar todos descendiente lejano de los propios Arisazi, los Hombres de las Estrellas…
Estaba muy claro que el anciano que había mencionado Narii debía saber muchísimo mas sobre la historia real de lo sucedido con este pueblo, con los extraños Hombres de las Estrellas y posiblemente sobre mas asuntos aun mas oscuros. Mientras convencían al confuso y hostil Narii, registraron los restos del campamento en busca de alguna pista más sobre la expedición. Algunas hierbas curativas útiles, una maza que se encendía con luz como una antorcha, sin quemar y algunas herramientas mas comunes…pero a Lancia le dio un vuelco el corazón cuando encontró una pequeña libretita roja en una de las mochilas. Estaba segura de haberla visto con anterioridad, y tenia toda la pinta de ser el diario que a todas horas ojeaba William Shield. Se apresuró a abrirlo para descubrir que, efectivamente era el mismo diario. La portada estaba marcada con las iniciales W.S. En su primera pagina había un extraño símbolo, una brújula con una rosa de los vientos en su interior, un timón de navío superpuesto a la corona y una letra A en donde debía estar el Norte. En la siguiente página, en la base, se leía la firma de William Shield, al parecer escrito de su puño y letra. El resto de esa página eran anotaciones sin sentido, números y rumbos, sin mucho significado para ninguno de los muchachos. El resto del libro era un diario escrito a lo largo de mucho tiempo, con anotaciones de lugares y trabajos como mercenario, así como la recompensa y las notas de campo tomadas durante el trabajo dicho. Lancia avanzó hasta el día en que Shield se embarcó en el “Crines de Espuma” cuando ellos abandonaros Carabás por primera vez para descubrir que, efectivamente, alguien le contrató para acompañarles y, según el diario, protegerles. Hay muchas anotaciones sobre ellos, describiéndoles. Lancia buscó en especial las anotaciones sobre Frank, de quien parece no fiarse en un principio, subrayándolo varias veces, pero sin especificar ningún motivo. Mas adelante, en el diario, en cuanto llegaron a Minas Tirith, Shield escribe su intención de dejarles ir e informar que los ha perdido, puesto que cree que se van a poder defender solos y se manejaran mejor solos sin miedo a tener que esconder demasiadas cosas que al parecer ocultan y no tiene intención alguna de revelar, de nuevo sin especificar nada. De Frank dice haberse sorprendido, pero sin fiarse del todo de él aún.
Lancia cogió el diario y lo enseño a todos. Al saber que William era quien dirigía esta segunda expedición, el asunto se volvió un poco más personal. El tipo les caía bien a todos y les había ayudado mucho en alguna ocasión. Y por lo que parece, incluso desobedeció órdenes para dejarles el campo libre en la misión que tenían, lo cual les permitió ocultar el secreto que descubrieron ahi… El rescate de William y sus hombres corría mucha prisa, y por suerte Narii dijo que el anciano vivía como un eremita lejos de la tribu, con lo que podría guiarles hasta allí sin faltar a su deber de celo con la tribu.
Dejaron la mayoría de los bártulos en el campamento al lado del lago y siguieron a Narii a través de la selva. Por el camino Lancia continuaba ojeando el diario hasta llegar a las notas de la expedición. Descubrió cosas muy interesantes sobre Nori y se las iba contando conforme las leía. Nori parecía no atender demasiado, como si no le importara, haciendo como que se concentraba en seguir el camino, pero estaba claro que se estaba quedando con toda la historia. Al parecer, en primera instancia se le encargo especialmente vigilar a Nori, y se hace mención a que este atento a posibles “fenómenos extraños”. Respecto a las notas de la expedición, estas eran bastante completas, e incluía mapas muy detallados hasta el Lago Bolazul y varios bocetos vagos que colocan una cosa que parece una especie de templo en algún lugar de la selva cercana a lo que parece un gran desfiladero o barranco. El diario contenía mucha información útil, como por ejemplo que la tribu autodenominada “Hijos de las Estrellas” son hostiles pero no violentos, y que a pesar de que William trató de entablar relación, estos se mantuvieron en todo momento ocultos, pero vigilantes. Y al parecer William y sus hombres también encontraron huellas y marcas de las criaturas. Al parecer, hasta llegaron a verlas, pues el propio William aconseja el uso directo de las armas en cuanto sean vistas, ya que son altamente violentas, irracionales y malévolas. El propio William duda que sean animales salvajes o monstruos comunes, y duda si pudieran ser demonios o seres extraplanares similares. La última nota del diario habla de un terremoto o temblor de tierra muy intenso. Su anotación es de hace semanas, coincidiendo con su desaparición.
La expedición guiada por Narii llegó hasta un extraño claro en mitad de la jungla. Narii señalaba una construcción claramente Arisazi como la casa del anciano. La casa era pequeña, pero muy sólida, fabricada con una técnica de construcción que seria difícil que conocieran estos elfos salvajes, y tenia la pinta de tener miles de años de antigüedad, a pesar de conservar muy buen aspecto. Narii se acercó a la puerta y los chicos le siguieron. Llamó y habló en un extraño idioma que no conocían, aunque Harry dijo que tenía algunos tintes de Quenya. Tras una breve discusión en la que el joven elfo no dejaba de señalarles a pesar de que era obvio que el anciano no podía verles a trabes de la puerta cerrada, Narii se retiro y les dijo a los chicos que el anciano Somak les recibiría en cuanto él se fuera, ya que según la ley de la tribu, solo los elegidos pueden ver al anciano cara a cara. Todos le dieron las gracias al chico, que a pesar de continuar mostrándose huraño, empezaba a confiar en ellos, quizás por algo que el viejo le había acabado de decir, pues no quitaba la vista de encima a Yamu, escudriñándole. Lancia le preguntó si como podrían ponerse en contacto con él si le necesitaban, y Narii les dijo que los “Hijos de las Estrellas” estarían vigilándoles, y que si fuera necesario, aparecería.
En cuanto el chico se fue, la puerta se abrió y vieron tras ella al elfo más anciano que jamás hubieran visto. Era obvio que Somak tenia muchísimos años, tantos que hasta en él había hecho estragos el tiempo. En cuanto vio a Yamu estalló de júbilo, y les invito a pasar. No dejaba de repetir, entre gritos de alegría, que los “Hombres del cielo” habían cumplido su palabra, mientras le tocaba la cara y las manos como quien no acaba de creerse lo que esta viendo. Yamu se sentía halagado, pero al tiempo asustado, mientras los demás admiraban asombrados el interior de lo que parecía un pequeño refugio para la guerra. En su interior se amontonaban numerosos trastos y artefactos cubiertos de polvo, mezclados con frascos de pociones y cuadros tribales.
Somak los llevó a sentarse en una gran mesa y les pregunto con alegría desde donde habían llegado, al tiempo que empezaba a rebuscar en los estantes a toda prisa. En cuanto, de forma despreocupada, le dijeron que venían de Carabás, al viejo se le cayeron las cosas de las manos. Con los ojos aún mas asombrados, si ello era posible, les pidió que lo repitieran, por si había escuchado mal. ¡¡Nada más y nada menos que la Ciudad de Carabás, la ciudad bendita, la maravilla de los Hombres de las Estrellas, volvía a estar viva!! La alegría se desbordaba de su ser y a Lancia, que le estaba haciendo mucha gracia, empezó incluso a temer por la vida del viejo. Entre todos lo calmaron un poco, y descubrieron que el viejo empezaba a tratarlos como si fueran enviados de los propios dioses.
Con el anciano Somak mas calmado, Yamu pregunto sobre la verdad en lo que Narii les había contado de los Hombres de las Estrellas. Somak confirmó que lo que había dicho el chico era verdad, pero les aclaró a donde fueron los Hombres de las Estrellas puros antes de la Noche del Brillo Verde. Los Hombres de las Estrellas encargaron a los mas inteligentes de la tribu la misión de perpetuar su legado, y para ello les dejaron el siguiente encargo: no sabrían cuando ni como volverían, pero “si alguna vez los Hijos de las Estrellas volvemos, quiero que tus descendientes les entreguen las claves para llegar al Templo de la Sabiduría que hemos construido, oculto. Este mapa les mostrara el camino y ellos sabrán que hacer en cuanto lleguen si son dignos realmente Hombres de las Estrellas. Si todo sale bien, ellos os libraran de cualquier mal que nosotros os hayamos podido causar.” El mal al que se referían debieron ser los “Hermanos”, según le contó el maestro de Somak, y a este su maestro, y así ha sido siempre. Desde entonces, los ancianos esperaban el regreso de los Hombres de las Estrellas, que también llegaron por primera vez de la Ciudad de Carabás, cosa que Somak interpretaba como otra señal de veracidad.
Dispuesto como estaba a ayudarles en todo para librar a su pueblo del mal de los hermanos, le entrego a Yamu un tubo de metal largo. Yamu lo abrió ante la mirada de los demás y todos vieron que contenía un mapa tan detallado que parecía una ventana dispuesta en el cielo sobre el propio terreno. Y no solo eso: en cuanto Yamu puso las manos encima, las imágenes del mapa empezaron a moverse, extraños símbolos aparecieron escritos sobre ellas y un punto brillante y verde empezó a parpadear, marcando exactamente su posición y el inicio de una ruta dibujada que decía llevarles al Templo de la Sabiduría.
Mientras todos, incluidos Yamu, se empezaban a asustar un poco, en anciano Somak estallaba en risas y carcajadas histéricas repitiendo: ¡¡Hombres de las Estrellas!!