Un viaje inesperado: Parte 9 – La vuelta a casa
Al día siguiente, tras la resaca de la noche en la ópera, los héroes se levantaron más o menos temprano para hacer unas últimas compras antes de empezar el camino de regreso a Carabas. Compraron un montón de cosas útiles y se deshicieron de otras tantas que no les servían, y Lancia consiguió muy buenos precios al saber elegir a los vendedores adecuados, casualmente todos ellos varones.
El trayecto hasta el puerto de Linhir a través de las salvajes llanuras de Gondor no fue tan ajetreado como cabria esperar de un grupo con un carromato traqueteante repleto de objetos y materiales valiosos, y un grupo numeroso de personas que lo acompañaban. Nori guió a la caravana por pasos casi impracticables y desiertos, apartándolos de posibles emboscadas y bandidos de caminos, y sin apenas sufrir penalidades. Por la tarde llegaron al pueblo de Linhir, y se dirigieron a la misma posada en la que los marineros del “Crines de Espuma” solían descansar cuando se encontraban en este puerto. Antes de que pudieran siquiera pedir habitaciones y algo para cenar, fueron interrumpidos y asaltados por los fervorosos marineros del Capitán Rihab que habían reconocido al grupo, y saludaban con efusividad principalmente a Lancia.
Los marineros invitaron a todos a su mesa y, antes de que dijeran nada, dieron por supuesto que iban a volver a Carabas en su barco. Presentaron al profesor Mathiassen y Harry a la tripulación, más que nada para que estuvieran seguros en que se podía confiar en los marineros. Charlaron largo y tendido sobre sus aventuras en Rohan, sobre su visita a la opera, y los marineros rememoraron con cariño la canción que Lancia cantó y que les hizo recordar viejos tiempos, en los que eran personas aún mas honradas que ahora. Tras la cena llegaron el Capitán Rihab y su segundo Gómez, que se alegraron muchísimo de verles. Apenas les preguntaron por sus aventuras, ya que daban por supuesto que habían terminado bien al volver sanos y salvos, tal como dicta la filosofía del mar: “Si se llega a buen puerto, la travesía ha sido un éxito”. Lancia continuaba fascinada con la vida del mar, y le dijo a Frank que ella podría ser una buena pirata, porque tenia el pelo rojo y las mujeres piratas famosas siempre tenían apodos como “La roja” o que hacían referencia a ese color. Frank le trató de explicar que las referencias al color rojo en sus nombres se debería mas a la crueldad de sus actos sangrientos que al color de su pelo, pero la joven no quiso escuchar. A quien si escucharon, y con atención, fue al propio Capitán que les dijo que estaría encantado en llevarlos a Carabas, pero la travesía iba a ser muy peligrosa, debido a la tormenta verde. Al parecer, desde que los jóvenes se marcharon hacia el norte desde Linhir, la tormenta había crecido y se estaba acercando peligrosamente a la costa. Varios barcos habían desistido de viajar hacia el Sur hasta que el fenómeno desapareciera, y ahora el Capitán Rihab tiene noticias de que la ciudad de Carabas había bloqueado el tráfico marítimo por seguridad. Aún así, Gómez les dijo que harían el viaje igualmente, que como ningún barco quería hacer la ruta, iban a ganar mucho dinero llevando mercancías a precio de oro. A los chicos les supo mal viajar en el “crines de Espuma” si ello significaba que iban a perder dinero, pero el Capitán no solo insistió en llevarles, sino que se negó a cobrarles siquiera. Ordenó a Gómez que anulara el último contrato para hacer sitio al carromato y a los pasajeros extra, quien se marchó de inmediato para prepararlo todo. Tras advertirles otra vez que iba a ser un viaje peligroso, les aconsejó que se deshicieran de los caballos para aligerar peso y ahorrarles un mal viaje, y acabó por calmarlos informándoles de que no era la primera vez que cruzaba la tormenta. El profesor Lauritz no las tenia todas consigo. Estaba bastante preocupado por el tema de la tormenta verde, pero Nori le recordó que había dicho hace días que le gustaría ver de cerca la tormenta para analizarla. No tuvo mas remedió que tragarse sus palabras. Iba a ver la tormenta verde de bastante cerca, si señor.
La mañana siguiente amaneció extrañamente tranquila y apacible. Sin duda era la calma que precedía la tormenta. El Capitán y Gómez estaban en la cubierta del barco ordenando a sus hombres y gritándoles para que cargaran con sumo cuidado el carromato de Lauritz. Los chicos estaban en los muelles, viendo los trabajos de carga y descarga y vendiendo los caballos del profesor, cuando un vulgar cortabolsas se acercó al que pensaba más inofensivo de todos. El ladrón optó por no robar a la chica guapa, ya que si le metía mano, no iba a ser a su bolsa. Tampoco se atrevió con un elfo y sus legendarios sentidos afilados, ni con un enano y su legendario mal humor y sentido de la venganza. Lo mejor seria robarle al tipo normal y anodino que pasaba demasiado tiempo al lado de la chica guapa. Pensaba que estaría distraído, pero Frank se dio cuenta de inmediato que alguien trataba de robarle. Sabiéndose descubierto, el ladrón huyó corriendo por los muelles, perseguido por un furioso Frank y por dos marineros del “Crines de espuma” que no sabían bien lo que estaba pasando, pero no desaprovechaban ninguna ocasión de bronca. Lancia y Yamu estaban atónitos ante el repentino ataque de nervios de Frank, pero Nori les dijo que sospechaba que Frank estaba intentando robar al chico que perseguía . Mientras Frank alcanzaba y derribaba al ladrón huido, esquivando a la multitud y los obstáculos de los tenderetes, los chicos observaban con interés y comentaban la mala suerte que Frank tenia con los ladrones. El ladrón trató de disculparse, pero los marineros llegaron con ánimos de darle una buena tunda. Frank miró a Lancia que ya se preparaba para tratar de impedirlo, y recordó la charla que habían tenido hace días, así que convenció a los marineros y cuando Lancia llegó, se contentaron con lanzarlo al agua para que se refrescara, tal como había sugerido de inmediato Nori. Mientras subían al barco, el capitán Rihab reía a carcajadas y les dijo que lo hacían por su bien, ya que si el ladrón no había sido lo suficientemente astuto como para robar sin ser descubierto ni lo suficientemente rápido como para escapar si es descubierto, mas le valía aprender a nadar y hacerse marinero.
El primer día de viaje no tuvo contratiempos. Los chicos se dedicaron a descansar, cantar, pasear y charlar sobre cosas tan importantes como que frutas son menos libidinosas y cuales se pueden comer de forma menos decadente. Por la noche, el capitán les señaló el horizonte en el que podían ya verse los resplandores de los relámpagos verdes de la tormenta. Mañana entrarían de lleno en ella.
Hasta el mediodía siguiente, la cubierta era un hormiguero. Todos los marineros se afanaban en dejar el barco preparado para entrar en la tormenta. Los chicos se sorprendieron por la tranquilidad y seguridad que se respiraba en el ambiente. Casi dirían que estaban acostumbrados a tomar este riesgo. El capitán les dijo que algunos capitanes se atrevían a cruzar la tormenta para ahorrar camino o para huir de sus perseguidores, solo había que tratar de no adentrarse demasiado y tratar de minimizar los daños de los relámpagos, recogiendo las velas mayores y dejando la tripulación al mínimo. Por ese motivo, les ordenó que se quedaran en sus camarotes mientras cruzaban la tormenta. Lauritz, en parte en contra de su una parte de su propia voluntad, le preguntó al capitán si podría quedarse en la cubierta para aprovechar una ocasión que podría ser única, y asi lo deseaba. Ordenó a un tembloroso Harry que subiera su cajón de instrumentos mientras confesaba que no sabía muy bien que medidas tomar contra los relámpagos. Nori, inocentemente, hizo gala de sus conocimientos adquiridos sobre la magia y los resplandores verdes, y le dijo que si se cubría de Kregora podría impedir o paliar los efectos de los relámpagos. Esto provocó que, casi de inmediato, Lauritz relevara a un contentísimo Harry de su cargo de ayudante de cubierta, y se lo otorgara a un orgulloso, pero algo confundido Nori. Lancia pidió que alguien la acompañara en el suyo. Multitud de marineros se ofrecieron voluntarios casi al instante, lo que provocó la ira del Capitán que los asigno de inmediato como voluntarios de cubierta en la tormenta en su lugar. Al final Yamu dijo que la acompañaría, y Harry también quiso apoyarla en ese duro trance. Frank se apuntó a la repentina fiesta de pijamas en que se había convertido el camarote de Lancia, para estar seguro de que Harry no la trataba de consolar en exceso.
Nori, cargado con un cajón repleto de sextantes, catalejos, potenciómetros, medidores de auras y demás cachivaches, además de su fiel rifle y el resto de su arsenal, seguía a Lauritz escaleras arriba hasta la cubierta, cruzándose con la mayoría de la tripulación que iba en sentido contrario. Se lleno los bolsillos con lingotes y se enrolló un trozo de cadena de Kregora, mientras observaba que no había forma humana de poder encontrar algo que guiara al barco en medio de la neblina verde. No se veía el cielo, ni la costa, y apenas se veía el mar siquiera, sin embargo el Capitán había tomado el timón y parecía saber muy bien hacia donde ir. Las olas empezaron a aumentar y los vientos a arreciar. Lauritz riñó a Nori le paso por error un condensador de fluzo en lugar del medidor taumatúrgico. Nori no quitaba ojo a la tormenta. Estaban metidos de lleno y algo parecía ir mal.
En el camarote el ambiente era algo tenso. Yamu vigilaba a Frank. Frank no le quitaba ojo a Harry. Harry no le quitaba ojo a Lancia. Y Lancia se lo pasaba bomba mirando a través del ojo de buey. Fuera escuchaban los relámpagos y el tremendo oleaje que golpeaba el barco, y era complicado mantener el equilibrio. De repente, un enorme resplandor verde iluminó el mar, seguido de un estallido y una onda expansiva que hizo que el barco se escorara violentamente. Yamu y Harry cayeron con violencia al suelo, y Frank, que a duras penas consiguió aguantar el equilibrio decidió ayudar a Yamu y dejó que Harry se golpeara en la esquina de la mesilla de noche. Desde el suelo, todos observaban anonadados como Lancia reía a carcajadas mientras mantenía gracilmente el equilibrio, apoyándose en las paredes y muebles del camarote como si fuera un animal salvaje.
En la cubierta, Nori aguantó el equilibrio y ayudó a levantarse a Lauritz, que se quejaba de que todo su material valioso estaba desperdigado por el suelo. El capitán gritaba, porque algo no iba bien. Nunca antes habían cruzado la tormenta y esta se había revelado de forma tan furiosa. Pero eso no era todo. Desde la lejanía, volando como si no les afectaran en absoluto las rachas de viento huracanado y los chorros de agua que parecían venir de todas direcciones, aparecieron dos majestuosos grifos blancos. Estaban muy lejos aún, pero Nori los distinguió sin problemas. Volaban en formación perfecta, con disciplina militar y sin apenas mover las alas. Nori no lo podía ver, pero algo le decía que iban a tener unos preciosos ojos verdes. Cogió su rifle y apuntó.
Lancia preguntó si todos se encontraban bien, pero ni siquiera miró hacia el interior del camarote. También había visto a los extraños seres voladores, y le parecían muy bonitos, pero también le parecía muy raro lo que estaban haciendo. Se dirigían hacia el barco muy rápidamente. Frank y Yamu se levantaron y corrieron a la cubierta.
Los grifos blancos vieron a Nori apuntar con un arma y, a pesar de que estaba demasiado lejos para que el disparo fuera peligroso, respondieron a la agresión. El grifo que iba a ser blanco abandonó la formación y pareció graznar una orden a la tormenta, y el otro hizo lo mismo pero sin variar el rumbo. Los graznidos obtuvieron dos relámpagos perfectamente dirigidos como respuesta por parte de la tormenta. Uno de ellos trató de golpear a Nori, pero la cantidad de Kregora que Nori tenía sin duda le protegió, porque él ni siquiera se movió del sitio: tenía al bicho perfectamente en la mira. El otro relámpago golpeo de lleno la cubierta del barco, abriendo un buen boquete y zarandeando de nuevo el barco violentamente. A pesar del temblor, Frank consiguió salir a cubierta, mientras veía a Yamu caer por las escaleras hasta la bodega. Nori estaba demasiado concentrado como para caerse, aguantó el tipo y disparó. El proyectil viajó a través de la tormenta una distancia absurda, a través de ráfagas de viento y agua, sin desviarse lo mas mínimo, alcanzando al grifo en su clavícula, dejando prácticamente inútil su garra delantera y haciendo que cayera varios metros en barrena, hasta que el grifo venció el dolor en su ala y recuperó el vuelo, aunque dañado. El grifo que había atacado al barco aceleró el vuelo de forma espectacular, acercándose al barco como un autentico proyectil, mientras que su compañero herido ascendió hasta estar fuera del alcance del rifle de Nori. En enano pensó en usar su arco, pero la distancia era demasiado larga y el grifo podría apartarse, ya que tenía la ventaja del espacio aéreo. Asi pues decidió recargar su rifle. Mientras el Capitán gritaba, Lauritz le pasó a Frank el arco que Nori había desechado, para cubrirle en caso de que el grifo se acercara demasiado. Y asi fue, el grifo que no estaba herido, en cuanto llegó a estar a una distancia suficiente como para evidenciar que, efectivamente, tenía los ojos verdes, fue asaltado por un arco de energía relampagueante verde que lo conectó con Nori. Frenó su vuelo casi en seco, rodeó el barco gracilmente y pareció fijar su intensa mirada únicamente en Nori. Mientras se abalanzaba sobre él, graznó otra orden a su compañero, que la recibió y pareció emprender la huida hacia en interior de la tormenta. Dispararon sobre el grifo que se abalanzaba sobre ellos, Frank errando su flecha y Nori acertándole de forma que detuvo de repente su carga, quejándose visiblemente, y decidiendo unirse a su compañero en la huida. Mientras se alejaban de nuevo en formación, Nori volvió a cargar el rifle y los mantuvo en la mira hasta que desaparecieron, por si decidían volver. El capitán les gritó para que se volvieran a refugiar, y todos bajaron a los camarotes hasta que el barco, bastante tocado pero aún a flote, salió de la tormenta. En cuanto subieron, el Capitán les informó que, desgraciadamente, estaban mucho más cerca de Carabás de lo que había calculado. Eso significaba que la tormenta se acercaba a la ciudad de Carabás muy rápido. Y, además, nunca antes habían visto a las criaturas a las que se habían enfrentado. Como parecían venir desde el interior de la tormenta y se mostraban cómodos volando en mitad de la tempestad, el Capitán bautizo a estos grifos como “Los hijos de las tormentas”.
En cuestión de horas avistaron el puerto, repleto de navíos fondeados y de curiosos que querían ver que barco era el que había conseguido llegar hasta el puerto. La gente se agolpaba mientras los jóvenes héroes bajaban del barco, mientras los marineros empujaban e insultaban a la gente para dejarles paso. Lauritz había pasado las últimas horas trabajando en las medidas que había tomado junto con Nori, y aún tenía las manos repletas de páginas sueltas que no dejaba de ojear. Abriéndose paso entre la muchedumbre, Yamu vio que se acercaban sus chicos, los soldados de su unidad. Muy contentos por ver de nuevo a su líder, se guardaron todas las preguntas para después, ya que la propia Marquesa había recibido la noticia de su llegada y había mandado que les escoltaran hasta palacio. Yamu vio la preocupación y el miedo en las caras de la gente que no dejaba de mirar la tempestad que se estaba acercando, asi que trató de calmar los ánimos con un discurso improvisado, para que la gente volviera a casa y fuera mas fácil llegar hasta el palacio. El resultado fue similar al que buscaba, pero debido a las repetidas referencias a la potencia de la tormenta, a su naturaleza mágica y misteriosa y al tono épico que impuso en su discurso, la gente entró en pánico y se disperso a la carrera buscando recoger sus pertenencias y abandonar la ciudad cuanto antes. Asi pues, no tuvieron muchos problemas para llegar al palacio, porque la gente empezó a dejar las calles y correr hacia sus casas.
Los guardias del palacio les saludaron mientras abrían las puertas sin hacer ninguna pregunta. Entraron a la carrera. Durante el camino, Lauritz había informado a sus jóvenes amigos que la tormenta tenia una naturaleza similar a la de sus extraños anexos en sus auras, y tenia una energía idéntica a la de la Siderita, pero con alineación contraria. Los chicos no lo entendieron muy bien, pero Lauritz insistía en que, si estaba en lo cierto, disminuir la energía de la ciudad con su plan haría que la tormenta no se sintiera atraída por ella, y se retiraría. Las teorías volaban entre los chicos mientras entraban al salón del trono en donde les esperaba la Marquesa Nefer, con su consejero el Sr. Noorgard a un lado y la Suma Sacerdotisa de Aüle, Pirotess, al otro. Al fondo de la sala les saludaron, notablemente aliviados, los padres de Yamu y Lancia.
Lo primero que hizo el Sr. Noorgard fue tratar de recriminar la actuación de los chicos, pero la Marquesa le hizo callar, diciéndole que ya habría tiempo para discutir sobre lo sucedido tras la presunta huida de los chicos de la ciudad. Ahora lo más importante era ocuparse de la tormenta, y los jóvenes héroes presentaron al Profesor Mathiassen como la solución al problema. El Profesor había venido desde la Universidad de Jack Bowman-Loween y en su nombre, específicamente para atajar el tema de la radiación mágica que causaba una serie de fenómenos no deseados en Carabás, y estaba completamente convencido de que podía solucionarlo en muy poco tiempo, posiblemente uno o dos días si disponía de un laboratorio bien equipado y espacioso, y unos trabajadores incansables dispuestos a seguir sus ordenes al pie de la letra. El Sr. Noorgard aconsejó a la Marquesa que se le asignara un almacén bien equipado en el barrio enano, que seria debidamente vigilado por hombres de la guardia de confianza, y Pirotess prometió que los enanos trabajarían sin hacer preguntas hasta desfallecer si fuera necesario. Sin pararse siquiera a debatirlo, la Marquesa ordenó a los guardias escoltar a Lauritz y Harry al laboratorio asignado, y Pirotess se despidió para avisar a los enanos del distrito de las órdenes de la Marquesa.
Ya un poco mas tranquilos, la Marquesa despidió a los chicos agradeciéndoles lo que habían hecho, y citándoles al día siguiente para poner en orden los hechos acaecidos y recibir los informes pertinentes. Les despidió para que pudieran descansar, y Lancia se acercó a ella de inmediato. El Sr. Noorgard estaba lejos, haciendo preparativos para que la Marquesa diera un discurso tranquilizante a su pueblo, que por algún motivo había entrado en pánico, asi que pudieron hablar con total libertad. Las amigas, ya sin las ataduras de la etiqueta, se saludaron muy efusivamente. Lancia le entregó unas chucherias y recuerdos de Minas Tirith que le había comprado, y Nefer le recordó con cierta nostalgia las veces que haba estado allí cuando era niña, con su padre. Lancia le contó entonces que había conocido a su madre, Ehishinarita, en persona, y que a su manera, la echaba de menos. Tratando de mostrarse impasible, pero sin conseguirlo, Nefer le dijo que su madre y ella no se hablaban desde la fundación de Carabas, ya que Ehishinarita siempre le había dicho que eso provocaría una serie de catástrofes. Existe una profecía entre las esfinges según la cual, si una esfinge se concede un deseo a si misma, esto provocara poco menos que el fin del mundo. Ehishinarita, y un poco Nefer, siempre había creído que la existencia de la mágica ciudad de Carabás no es más que la realización de un deseo de Nefer, pero la joven Marquesa se negó desde siempre a abandonar la ciudad. Lancia la animó como siempre hacia, pero Nefer dijo que no podía negarse la evidencia de que algo malo estaba pasando al ver la tormenta. Lancia contraatacó contándole que todo iría bien mientras no concediera mas deseos sin necesidad, y, tras un breve intervalo de vergüenza por parte de Nefer, acabó confesando que aún seguía otorgando deseos pequeños cuando el Sr. Noorgard no se daba cuenta, como muñecas para las niñas y cosas que aparéntenle no tenían importancia. Lancia le soltó entonces un discurso contándole que una persona (en alusión a Frank) le había dicho hace poco que conseguir las cosas por uno mismo, con esfuerzo personal, era lo mas gratificante y ella estaba de acuerdo. Nefer sonrió, y de nuevo parecía que Lancia la había convencido, y volvió a confesar más travesuras. Además de los pequeños deseos, ha estado ayudando en la construcción de la Torre de Carabás. Nefer quería que la Torre de Carabás llegara al cielo, como en las leyendas, pero el Sr. Noorgard le prohibió que usara deseos, asi que las obras empezaron de forma normal, con albañiles, operarios y trabajos manuales. Pero como la construcción avanzaba muy poco a poco, Nefer ayudo a los trabajadores haciendo que no se cansaran, que no notaran fatigas y que trabajaran más rápido. La Torre esta muy avanzada, pero de nuevo Nefer temía que esto hubiera contribuido al desastre. Lancia empezó a darse cuenta de porque Nefer necesitaba un consejero. Tenía muy buenas intenciones, pero no dejaba de ser caprichosa como una esfinge. Lancia la convenció de nuevo, como siempre hacia, haciendo gala de un nivel de filosofía muy alto: según ella, es posible que fuera mejor que la Torre de Carabás nunca se acabara, que estuviera siempre en construcción, porque se supone que debe alcanzar el cielo. Si lo alcanzara, ya no podría subir más alto, pero si nunca llega, siempre se puede llegar más alto. Esta última reflexión iluminó el rostro de Nefer, que abrazó a Lancia y se alegró de que siempre estuviera a su lado. Le prometió seguir sus consejos, y se despidió para ir a reunirse con su pueblo desde la balconada del palacio, para calmar los ánimos. Mientras Lancia salía al patio, empezó a pensar que sus consejos se parecían muchísimo a los del Sr. Noorgard…
Nori había salido en cuanto la Marquesa les despidió, en parte porque no había visto a Daniella por ninguna parte, y era la única persona aparte de sus nuevos amigos que conocía en Carabás, y en parte para evitar que la Sacerdotisa Pirotess le ordenara que trabajara como enano que se supone que era. Mientras meditaba, pero no mucho ni muy profundamente, sobre lo que en realidad podría ser, vio a Daniella retenida por un par de guardias en la puerta del palacio. Los guardias se disculparon con Nori y con la propia Daniella, porque quería pasar pero no la podían autorizar, y Nori la agarró suavemente del brazo y se la llevó hacia la plaza. Mientras esperaban el discurso de la Marquesa, Daniella le contaba que estaba muy contenta de verle, pero a la vez muy enfadada porque se había largado sin avisar. La enana estaba claramente preocupada por el extraño y sibilino comportamiento de Nori, que cobraba grandes cantidades de dinero sin ninguna buena explicación, y se marchaba de la ciudad de buenas a primeras, según él para hacer misiones secretas. Nori la calmó un poco entregándole los regalos que le había comprado en Minas Tirith. Resultaron ser joyas y adornos muy caros y valiosos, y aunque esto no hacia mas que confirmar unos posibles negocios turbios de Nori, la enana no dejaba de ser una enana y amaba el oro, la plata y las piedras preciosas. Mientras admiraba sus joyas, volvió a su discurso de siempre sobre los trabajos dignos de los enanos, sobre las vacantes en las minas y sobre cualquier cosa que un enano casadero debería tener si pretendía desposar a una joven enana. Nori respondió con elegantes evasivas y optó por hacer muchísimo caso al discurso de su Marquesa Nefer, que acababa de empezar.
Frank también se marchó rápidamente, pero en cuanto salió a la calle, tuvo el impulso de escuchar el discurso de la Marquesa. Había conocido a la Marquesa hace poco en persona, y había resultado una criatura de lo mas intrigante y, en cierto modo, atractiva. Poseía un carisma especial y una forma de ser que le resultaba muy familiar. Escuchó el discurso y observó como, de forma casi mágica, todo el mundo se calmaba y se convencía de que todo saldría bien. Casi mágico. No se dio cuenta de que, cuando el discurso se acabó y se dirigía hacia su casa, una chica pelirroja que sabia pasar desapercibida cuando quería, pero quería pocas veces, le seguía.
Quien s que se dio cuenta de que Lancia empezaba a seguir a Frank fue Nori, quien últimamente no le quitaba ojo de encima al soldado. Asi se lo hizo notar a Daniella, quien enfadada, le recriminó que se metiera en asuntos en los que no tenia que meterse y fuera tan cotilla. Nori se defendió, también algo enfadado, diciendo que esos dos acabarían liados, y a Lancia no le convenía nada Frank: Era un sinvergüenza. Daniella, literalmente sin palabras ante el irónico comentario de Nori, le dio una fuerte colleja y le tiro del brazo, diciéndole que la tenia contenta…Nori se dejo arrastrar hasta estar lejos de la plaza. Le apetecía un paseo con Daniella, vale.
Yamu volvió al cuartel en cuanto pudo, acompañando a sus hombres, auque no estaba de servicio. Estos le recriminaron que se hubiera marchado sin avisar, ya que fueron a las maniobras al norte del Valle del Sol esperando que su líder estuviera allí y no apareció. No solo eso, sino que les hizo prometer que solo tendrían que esconder a Halcón un día, y se convirtieron en casi dos semanas. Como habían sacado el tema, Yamu preguntó por la cabritilla, y estos le confesaron que le pasaba algo raro. Vomitó por primera vez al poco de haber desaparecido Yamu, o al menos eso aseguraron de forma nada convincente, y habían guardado las joyas para repartírselas en cuanto volviera, pero al poco volvió a vomitar joyas, y al ir a guardarlas con las otras, resultó que las primeras se habían convertido en vómito. Hubieran avisado al Capitán, pero hablándolo entre todos, decidieron que por respeto a su Sargento, deberían esperar a su vuelta para ver que hacían con al cabra. Aparte de eso, Halcón no había tenido ningún problema, aparte de la soledad de los días de maniobras, pero logró comer las mantas y medio colchón de los barracones, con lo que no paso nada de hambre.
Yamu paso el resto de tarde con sus chicos, les repartió los regalos y les contó todas sus aventuras en las lejanas tierras del norte, adornándolas un poquito, dejando en mal lugar a Frank en cuanto podía y obviando ciertos sucesos que era mejor mantener en secreto.
Frank fue directo a su casa, cerca de los cuarteles mayores, en los barrios de Pocotifer. Lancia le seguía ilusionada por saber donde vivía Frank, y se extraño al ver que vivía en una casita de dos pisos muy pequeña y vertical, con pocas ventanas tapadas con cortinajes oscuros. Esperó a que Frank entrara para asomarse por la ventana de la planta baja y vio que la casa estaba muy vacía, sin apenas muebles y sin ningún adorno.
Frank revisó algunas trampas simples que había dispuesto en las entradas de la casa, pensadas para poder evidenciar cualquier intrusión. No se paró en la primera planta. No solía hacer nada en la primera planta, porque era demasiado fácil ser visto desde fuera.
Lancia siguió a Frank escalando la fachada, asegurándose de que nadie la viera desde la calle. Ayudo el hecho de que Frank vivía en poco menos que una callejuela estrecha nada transitada, posiblemente elegida a propósito para mayor intimidad. La casa no parecía un cubículo oscuro, pero solo porque era un poco más grande que un cubículo. Lancia pudo ver el interior a través de las cortinas oscuras porque Frank encendió un candil, que además de dar luz era lo único que adornaba la habitación. Frank descargó su equipo y se dirigió al baño. Lancia le siguió desde la fachada, esquivando clavos dispuestos para dificultar la escalada y usando una cornisa que alguien, posiblemente Frank, había picado para rebajarla. Se convenció a si misma que debía saber que ocultaba Frank, a pesar de saber que estaba entrando en una zona un tanto privada. El cuarto de aseo de Frank si que estaba bien equipado, al menos en cuanto a productos. Si bien el mobiliario también era escaso, y solo disponía de un balde en soporte, un espejo y una bañera de latón que estaba preparando para usar, alrededor del barreño había un montón de botellines, peines, brochas, cuchillas y útiles de aseo y cosmética. Lancia observó con detenimiento mientras Frank se desvestía…para asegurarse de que Frank no tenía ninguna marca distintiva, lunar o cicatriz reveladora. Completamente ruborizada, hizo desprenderse una piedrecilla de la cornisa, y Frank pareció detectar la intrusión. Aún con los calzones puestos, Frank se asomó a la ventana, y Lancia, empujada por la adrenalina, de descolgó debajo del quicio de la ventana y se quedo todo lo callada que pudo. Frank comprobó que no había nadie en la calle y, seguro de que nadie le estaba vigilando, dejo la ventana abierta para que entrara la brisa y se dispuso a disfrutar de un relajante baño. Lancia aprovechó muy bien el que nada impidiera su visión, y volvió a asegurarse, por si acaso, de que el cuerpo de Frank no tenia ningún desperfecto…aunque se retiro, de nuevo totalmente ruborizada, antes de que el examen físico fuera demasiado intimo…no necesitaba saber si Frank tenia cicatrices o marcas en según que lugares, se decía mientras bajaba la fachada un poco aturdida.
Lancia se quedó un poco en la puerta de la casa de Frank, pensando en lo que había visto y recuperándose del esfuerzo de subir y bajar la fachada. Después se marchó hacia su casa, pero justo cuando iba a doblar la esquina, oyó la puerta de la casa de Frank abrirse y cerrarse. Se volvió para ver, desde lejos, como Frank se había vuelto a vestir y se marchaba en dirección contraria. A Lancia le extraño el hecho y trató de pensar en eso mientras caminaba, pero tenia muchas cosas en su cabeza en estos momentos.
Nori llevó a Daniella a su casa, ante el asombró de esta. Mientras subían al piso, su casera le recriminaba su ausencia, y le advertía que ya le había dicho que nada de mujerzuelas en la casa, pero Nori hizo caso omiso con suma elegancia. Daniella le informó que cuando desapareció le buscó en todos los lugares, y este había sido el primero. Y a la casera no le pareció importar nada que Nori hubiera desaparecido, y hasta le dijo a Daniella que si no aparecía iba a vaciar la habitación y vender todas sus pertenencias…que ahora Daniella advirtió que eran mas bien pocas. Mientras Daniella hablaba sola, con una mezcla de nerviosismo e incomodidad, Nori entró al baño para acicalarse y arreglarse la barba. La conversación a distancia (aunque Daniella trataba de asomarse de vez en cuando al baño) giraba en torno a tratar de convencer a Daniella de que Nori estaba en el lado correcto de la ley. Los enanos hablaban mucho y Nori no tenia muy buena fama. El hecho de que a Nori le importara lo mas mínimo no ayudaba a acallar los rumores. En un acto de valentía, Daniella le preguntó si se estaba arreglando para salir a algún sitio, y Nori le respondió en su habitual estilo que si, que iba a salir a cenar, con ella. Daniella no sabía si hubiera preferido una invitación más formal, pero de todas formas aceptó encantada.
Nori y Daniella pasearon hasta Casa Mensel, el local preferido de Nori, en el que podían verse a menudo a los Grandes héroes de Carabás. Melissa le reconoció de inmediato, y preparó una mesa. Charlaron largo y tendido sobre su viaje al Norte, y Nori admiraba las pistolas con las que Vespero adornaba la pared tras la barra. Melissa le contó la historia de las pistolas, solo una de ellas era verdadera, ya que la otra la perdió en una pirámide llena de lava, precisamente tratando de ayudarla a ella. Para Melissa, ese adornó no era mas que una prueba de amor de su marido, asi que Nori, entendiendo, ni siquiera se planteó preguntar sobre su precio. Algunas cosas son sagradas. Cuando terminaron la cena, Nori se disculpo con Daniella porque ningún Gran Héroe había aparecido esa noche por el restaurante. Daniella dijo que en cierto modo era normal, después de todo la gente esta tratando de ayudar a salvar la ciudad y ellos estarán hacinado algo también. Se despidieron y se marcharon cada uno a sus casas. Mientras Nori caminaba relajado y satisfecho, veía los humos de los talleres enanos, que a esas horas de la noche estaban trabajando a pleno rendimiento…y sonrió.
Lancia aclaró sus ideas demasiado tarde. Cuando las ausencias de cicatrices abandonaron su cabeza, vio claro que Frank se había arreglado…¡para verse con una mujer! Era demasiado tarde para volver a buscarle, lo había perdido. Pero tenía un plan para averiguar a donde había ido…
Resultó que Frank había ido a una casa cercana al palacio, a verse con el Sr. Noorgard en secreto. Ambos parecían conocerse, y tras asegurarse de que nadie había seguido a Frank, pasaron dentro para discutir algunos temas. Lo primero que hizo Raimund Noorgard fue echarle una buena bronca a Frank por haber abandonado Carabás sin permiso, y además para seguir a los hijos de los Grandes héroes. Noorgard recriminó a Frank que no hubiera pensado ya que iba a enviar a gente a seguirles, y exigió que Frank le dijera el motivo por el que lo había hecho. Frank empezó a llenar la conversación de evasivas, asegurando que los había encontrado por casualidad y se había embarcado para seguirles en un impulso. El Sr. Noorgard no le creyó, pero antes de que volviera a exigirle una explicación, Frank le preguntó si había conseguido arreglar su coartada, como explicaba en su carta. El Sr. Noorgard le dijo que si, que recibió sus cartas y había preparado una orden que la propia Marquesa había firmado sin saberlo en la que se permitía al Teniente Frank a realizar una misión secreta anti-contrabando, que seria suficiente para explicar su actuación. Aprovechando el tema, Raimund Noorgard le dijo que de todas formas su falta de disciplina y su escapada le podrían servir, pues sus informadores habían perdido la pista del grupo, de forma misteriosa, de forma que no sabía nada desde que los chicos abandonaron Minas Tirith. Aún sabiendo que no podrían resultar una amenaza para Carabás ni sus intereses, ni los de sus aliados, el Sr. Noorgard insistió en que le podría contar todo lo que ocurrió desde la salida de la ciudad de plata. Frank no se negó, pero le contó solo estrictamente lo que había pasado, obviando en todo momento las transformaciones de los chicos. Si que soltó el hecho de la transformación de Niels, y el tema de la entidad que creía ser Jack, y estuvo atento a la reacción de Noorgard. Este se mostró notablemente interesado en ese tema, y le empezó a hacer muchas preguntas sobre el tema. Además, ligado a ese tema, mencionó de nuevo solo a Nori. Le preguntó a Frank si había notado algún cambio de actitud o físico en el enano o algún cambio de temperatura o aspecto, por mínimo que fuera. Frank mintió diciéndole que no. El joven se extrañó de que precisamente Nori estuviera en el punto de mira de Noorgard y sus misteriosos aliados. Sin nada más que decirle, Noorgard le advirtió que no se fiara de Nori y que le vigilara. Le dijo a Frank que por la mañana iría a hablar con el Profesor Mathiassen sobre el tema de Niels y la entidad Jack, agradeciéndole la información. Frank le pidió que tratara de sacarle a información de forma no violenta, y el Sr. Noorgard sonrió ligeramente diciendo que podría confiar en él. También le advirtió sobre que por la mañana se tendrían que reunir todos de nuevo, y que él iba a echarles la bronca a todos, incluso a él, pero que no se lo tomara como nada personal. De todas formas, la Marquesa se impondrá y les perdonara a todos, y con eso contaba. Frank aprovechó la ocasión para hablar de la Marquesa, a la que empezaba a admirar por su personalidad cabezota, pero totalmente adorable, ya que se preocupaba por los demás incluso cuando eso hacia que tuviera que hacer cosas que no eran en absoluto buena idea. Frank se dio cuenta de que esas palabras podían también describir a Lancia, y de hecho pensó que era posible que en realidad estuviera pensando en ella. El Sr. Noorgard también pareció saber en que estaba pensando Frank y le dijo que se apartara de la pelirroja, que no era de fiar. Le preguntó si su padre le había enseñado a no confiar en ese tipo de gente, y Frank le contestó que su padre le enseño a no confiar en nadie…pero en el fondo estaba empezando a pensar algo diferente. Al despedirse de Frank, Raimund Noorgard le informó de que, si jugaba bien sus cartas, quizás algún día pudiera tener un papel más importante en su red de información.
Cuando Frank volvió a casa no se esperaba en absoluto encontrase a Lancia sentada en su portal con una enorme tetera roja con lacito en el regazo. En cuanto Lancia vio a Frank, se alegró, le saludo y le dijo que le había estado esperando. Frank le preguntó, inocentemente, como sabia que él vivía ahí…y Lancia se ruborizó casi al instante, mezcla de vergüenza y rabia por no saber que responderle. A Frank le pareció una visión adorable, asi que para no incomodarla mas, y creyendo que Lancia había preguntado en el cuartel o en el barrio donde vivía y no quería decírselo por no parecer una acosadora, la invitó a pasar sin esperar una respuesta. Después de todo, pensó Frank, Lancia era experta en encontrar gente, como ya había demostrado en más de una ocasión.
Lancia simuló no conocer la casa, y dejo que Frank la guiara hasta la sala de arriba. Allí le dijo que le quería dar un regalo, y le mostró la tetera. Mirando alrededor, Frank se dio cuenta de que la tetera roja era la única fuente de color de la sala, y posiblemente de la casa. Lancia se ofreció para preparar un té, mientras Frank la esperaba en la sala. Lancia tenia la cabeza llena de cosas: aún veía la ausencia de cicatrices de vez en cuando, mezclada con la sospecha de una mujer misteriosa y un poco de rabia por no saber que decir ante la pregunta de Frank…pero el té a ayudo a centrarse.
De forma sibilina, Lancia le preguntó a Frank que había estado haciendo, porque no estaba en casa cuando ella había llegado. Frank despejó las dudas de Lancia sobre la mujer misteriosa cuando le dijo que había ido a entregar el informe e informar de su regreso al cuartel. Cuando Lancia volvió a insistir sobre si había ido a ver a alguna mujer, Frank le dijo que solo a la Capitana. Y, mas tranquila, Lancia cambió totalmente de tema para que Frank no se diera cuenta de su sutil interrogatorio, y le comento que la casa era más bien sosa y poco acogedora. Frank le dio las gracias por la tetera, porque asi le alegraría un poco la casa, pero él no pasaba mucho tiempo aquí. De todas formas, le dijo a Lancia que la casa lo que si que tenía eran buenas vistas. Lancia se ruborizó notablemente cuando asintió a lo de las vistas, aunque Frank no entendía el porque…
Entonces a Lancia se le ocurrió que Frank debía conocer también en donde vivía ella, para estar en paz. Y puesto que no habían cenado aún, podrían hacerlo en su buhardilla. Frank aceptó, pero no pudo ocultar su nerviosismo. Resultó que la casa de Lancia no estaba muy lejos de donde vivía Frank, asi que llegaron rápidamente. Mejor, porque Frank veía como Lancia no dejaba de murmurar, como enfadada con ella misma, cuando creía que Frank no la miraba.
La buhardilla en donde vivía Lancia estaba mucho mas repleta de adornos que la de Frank. Y de otras muchas cosas. Frank creía que tenia de todo, mientras tuviera colores bonitos, bordados, dibujos y/o fuera blandito y esponjoso. La cabritilla Cascabel se alegró a su manera de ver a Lancia y le dio lo que ella pensaba que era un potente cabezazo mientras balaba. En otra esquina, Andrés, el loro, no dejaba de repetir “Tesoro” y mirar a Frank y a Lancia con recelo y sospecha. Mientras cenaban, Frank se dedicó a interrogar sutilmente a Lancia sobre Nori y a comportarse como creía que un caballero debería comportarse. Lancia trataba de cortar el tema de Nori, pero eso solo parecía animar más a Frank a indagar sobre el enano. El tema que siempre parecía remarcarse era el de la supuesta amnesia de Nori, aunque Lancia confesó a Frank que podría ser simulada, para tratar de ocultar una turbulenta vida pasada, que podría incluir algunas esposas e hijos en otras ciudades. De hecho, a Frank no le pareció descabellada esa teoría; ambos pensaban que Nori, a pesar de ser enano, era de ese tipo de personas que podían tener perfectamente una novia en cada puerto, por asi decirlo.Cuando la velada terminó y se despidieron hasta mañana por la mañana en la puerta del taller del Profesor Mathiassen, Lancia aún se preguntaba, algo disgustada, porque ese repentino interés de Frank precisamente por Nori…